Cultura

Soy espejo me reflejo

  • El ornitorrinco
  • Soy espejo me reflejo
  • Bárbara Hoyo

Somos esa forma que se proyecta y refleja en otros espacios. Somos lo que no alcanzamos a ver, lo que nuestros oídos no detectan, lo que nuestro cuerpo no siente. ¿Por qué? Porque todo sucede hacia afuera. Porque somos y estamos sin pensarlo, incluso sin entenderlo. Y a pesar que podemos pretender ser reflejo -u objeto- y no sujeto, terminamos observándonos, sintiéndonos y escuchándonos en cámara lenta, como si nuestra vida sucediera lejos, en otros.

Muchos de nuestros conflictos no son otra cosa que espejismos de nuestros escándalos personales, algunos insignificantes y otros que se mueven de forma silenciosa, siempre a punto de devorarnos. Escándalos que nos mantienen con cautela: con los oídos sordos, los ojos ciegos, la piel rasposa, los pensamientos castos y los deseos ajenos, y que no nos permiten concentrarnos en lo que, en esencia, debería ser lo más importante: disfrutar la vida.

La mayoría de las veces buscamos conflictos porque estamos aburridos, porque nuestra vida no es lo suficientemente desafiante y necesitamos un poco de condimento (es muy fácil exagerar la pimienta, dice un amigo). Y así es como vamos pepenando en otros lo que queremos para nosotros y rascando nuestra comezón en piel ajena.

En algún momento entendí que cada batalla que enfrentaba era conmigo misma, reconocí que todo era un falso conflicto hacia afuera y un intenso conflicto hacia adentro. Y una vez que acepté que no todo lo que soy me gusta, ni todo lo que soy brilla, mi vida se volvió más ligera. O, por lo menos, menos pesada.

¿Qué pasaría si el paisaje interno nos llamara tanto la atención como el externo? ¿Si entendiéramos que lo que queremos recibir se encuentra dentro de lo que damos? ¿Si desempolváramos las versiones que tenemos de las personas que en algún momento tuvimos cerca y nos otorgáramos la oportunidad de mirarlas con nuevos ojos, sabiendo que la vida nos cambió a todos en algún momento?

Hoy creo que se requiere más coraje para evitar un conflicto que para enfrentarlo. Más valentía para estar en paz que para ir a la guerra. Y más humildad para aceptar una disculpa que para ofrecerla. Para mí, mundo más sano no puede existir sin que antes limpiemos el desastre que no queremos ver pero en el fondo nos avergüenza. El que sale cuando alguien nos provoca, nos lastima o nos recuerda lo frágiles que somos. El que nos hace ser parte de esta masa llamada humanidad.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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