Cultura

Desde otro lugar

  • El ornitorrinco
  • Desde otro lugar
  • Bárbara Hoyo

No sé cómo sea el proceso creativo de los escritores, pero el mío es lento y va dejando huella en el camino, una rebaba como de caracol, quizás porqué, igual que ellos, llevo el refugio sobre el cuerpo y a veces me pesa andar.

Son las cuatro de la tarde del viernes y tengo como límite entregar este Ornitorrinco en una hora. ¿Qué puedo escribir que no me haya contado ya? ¿Qué puedo poner por escrito que a alguien más le resulte interesante leer? ¿Qué puedo ofrecer a cambio del tiempo que inviertes tú, que ahora me lees? ¿Debo recurrir, acaso, al lugar común del bloqueo y/o de la falta de imaginación, escribir al respecto, acaso?

La escritura me parece un acto tan egocéntrico –y del cual se obtienen tantos beneficios– que es muy fácil perderse entre lo que se quiere sacar de adentro, que es muy parecido a cuando uno se rasca porque tiene comezón, o en lo que hay que decir, casi gritar, porque es necesario alzar la voz por alguna causa que nos pueda, que nos llegue, que nos desborde. O, mejor dicho, que nos obstaculice movernos.

Son las cuatro treinta y siete: es curioso cómo pasa el tiempo cuando uno pretende aterrizar una idea y no dejar que caiga por el abismo hasta hacerse trizas. Lento, lentamente, sí, como camina o se desliza un caracol con su casa a cuestas. Hoy salí de vacaciones, así que me levanté un poco más tarde. Pero hice lo mismo que hago cualquier día. Me tomé un café y revisé las noticias.

Leo, primero, una columna escrita por Carla Humphrey (quien fuera candidata a consejera del INE), donde –entre otras– habla de la misoginia que se vive al interior de los partidos políticos. Escucho, después, el audio donde Marcelino Perelló, conductor del programa Sentido Contrario de Radio UNAM –ya suspendido, me entero, poco antes de sentarme a comer–, expresa su misoginia e intenta, de cierta forma, normalizar la violencia de género. Veo, en Twitter, estadísticas de ONU Mujeres México: las mujeres ganan un 24 % menos de salario que los hombres en el mundo.

¿Desde dónde deseo escribir mi columna? ¿Desde la desesperación, la frustración, el coraje y el miedo? ¿Desde un punto neutro? ¿Postrada en la comodidad de repetir lo dicho una y otra, después una vez más, así hasta el infinito? No sé. Intentaré, con más calma y menos apatía, escribir una columna que mire desde otro lugar. Son las cuatro cincuenta y uno, tengo nueve minutos para hacer esta entrega y dejar de sentir que soy parte de una sociedad enferma, aunque sea por un momento, y esconderme en el refugio que, como caracol, llevo conmigo.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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