Hace un par de semanas, el Instituto Baker publicó el llamado “Mexico Country Outlook 2026”, un documento que este centro de pensamiento estadounidense compila anualmente, con el objetivo de analizar las perspectivas para el año inmediato siguiente de varios países, incluido el nuestro.
De acuerdo con el estudio de este año, México entra al 2026 navegando entre nubarrones geopolíticos inéditos y un entorno económico que, sin ser catastrófico, sí demandará atención. El informe describe asimismo un país cuyo andamiaje democrático está en transformación, así como su sistema judicial, temas que inciden fuertemente en la percepción de certeza jurídica y que, por lo tanto, estarán siendo observados con lupa.
El análisis también prevé que la inversión permanecerá contenida, sobre todo por la revisión del T-MEC, en la que Estados Unidos presionará por más control migratorio, mayor cooperación contra el crimen organizado regional y un cerco más firme a la presencia económica de China en México. El país, por lo tanto, se enfrenta también a un entorno regional muy exigente.
Y a pesar de lo anterior, las previsiones no son malas. Aquí conviene recurrir a la memoria histórica de nuestro país, para recordar que, a lo largo de las últimas décadas, e incluso durante la Pandemia, México ha demostrado una capacidad inusual para avanzar en condiciones adversas. Nuestra economía, aunque a veces lenta, ha sido consistentemente resistente. Nuestros sectores exportadores siguen siendo competitivos y el país continúa siendo un destino atractivo a la inversión, por su envidiable posición geográfica, su integración productiva con Norteamérica y su inagotable capacidad de reinventarse.
México, ese país al que algunos han llamado hasta surrealista, siempre ha encontrado una forma de caminar. No porque ignore sus problemas, sino porque, paradójicamente, convive con ellos sin permitir que lo inmovilicen. Hoy, como tantas veces, enfrentamos desafíos enormes, pero también hay ventanas de oportunidad abiertas: el reordenamiento mundial de las cadenas de suministro, la transición energética, la posible redefinición del comercio en Norteamérica y un momento histórico en el que México puede, porque así lo quiere, dejar de ser espectador del cambio tecnológico profundo que vive el mundo, para convertirse en protagonista del mismo.
México ha construido su futuro muchas veces desde escenarios peores. Puede volver a hacerlo y lo hará. Así las cosas, confieso que soy informadamente optimista, y pienso algo muy similar a lo que concluye el Baker Institute para nuestro país: 2026 será un año muy complejo, pero ciertamente no uno que no estemos en capacidad de superar. Es la predicción nacional, de tu Sala de Consejo semanal.