Son muchas las causas, por las que se puede experimentar ansiedad en nuestro entorno social, pueden ser factores biológicos, psicológicos, sociales, estilos de vida, y también a partir del 2017 se incorpora al listado la afectación al medio ambiente y la consecuencia que esta tiene en la vida como la conocemos. A este fenómeno se le califica como Ecoansiedad afectando a más personas de las que creemos.
Este término lo define la American Psychological Association (APA) 2021 como “un miedo crónico a un cataclismo ambiental lo que genera estados de angustia al visualizar el difícil presente y complejo futuro del planeta”.
La Ecoansiedad está presente en toda la población en diversos matices, considerando edad y experiencia, sin embargo, llama la atención que, la población joven, incluyendo los adolescentes, manifiestan una gran preocupación por el futuro del planeta que puede convertirse en un espacio inhabitable en corto plazo.
En México las cifras recientes reportadas por IPSOS (investigación de mercados y consultoría) manifiestan que el 79% de los mexicanos están preocupados por los impactos del cambio climático.
A nivel internacional se realizó una encuesta a 10.000 personas entre los 16 y 25 años, publicada en The Lancet Planetary Healt (2021) registrando que al 75% de los jóvenes participantes, el futuro les da miedo, y a más del 45% la Ecoansiedad les afecta en sus estudios, relaciones personales considerando que falta acción por parte de los gobiernos y de los adultos para actuar en beneficio del planeta.
La Ecoansiedad es ampliamente compartida por millones en el mundo, ante la incertidumbre del futuro, y el desafío que significa revertir el calentamiento global ¿qué opción queda a la sociedad en general para sumarse a combatir esta preocupante realidad que amenaza la permanencia de la vida como la conocemos?
Una alternativa es canalizar el comprensible fenómeno de ansiedad, hacia las acciones que de manera individual aporten a un mejor entorno natural, en este proceso las jóvenes generaciones tienen mucho que aportar, cambiar los hábitos de consumo, cuidar el agua, ahorrar la energía, reutilizar la ropa, acotar el uso del plástico, entre otras y en particular sumarse y/o gestionar acciones comunitarias locales que contribuyan a la cultura ambiental y mejoren el entorno natural y nuestra salud mental. Cuidar del planeta es también cuidarse uno mismo.