La adicción al trabajo (también denominada con el término anglosajón workaholics, o en español, trabajólicos) se caracteriza por una necesidad excesiva e incontrolable de trabajar de manera constante.
Este comportamiento puede interferir en la salud física y emocional, así como en las relaciones sociales.
Estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestran que los países de ingresos bajos y medios tienden a trabajar más horas que sus contrapartes más ricos.
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es el país que dedica, más que cualquier otro de la región, mayor tiempo al trabajo; pero también el que registra un índice de productividad mucho menor al promedio.
Según los informes de la OCDE, los mexicanos trabajamos 43 horas por semana, es decir, dos mil 225 por año, 480 horas más que el promedio.
El reciente análisis incluyó a 38 países y mostró que los mexicanos (2,225 horas/año) y los costarricenses (2,212) tienen las jornadas laborales más extensas del mundo, lo que representa, por ejemplo, unas 440 horas más que en Estados Unidos de América, 512 más que en Japón y 862 más que en Alemania.
El trabajo otorga a la persona sentido de identidad, influye en su autoestima y le da legitimación ante la familia y la sociedad.
No obstante, hay una fracción de trabajadores que lo llevan a cabo de forma muy intensa y compulsiva, lo cual tiene consecuencias negativas. Esto configura un trastorno que se conoce como adicción al trabajo.
Algunos de los rasgos principales que permiten identificar a una persona adicta al trabajo son los siguientes: que trabaja más de 45 horas por semana, seis o siete días a la semana; trabaja hasta altas horas de la noche y descansa unas pocas horas diarias; trabaja aun estando enfermo; el hogar es una oficina más porque se lleva trabajo a casa; a menudo come en el auto o en su escritorio de trabajo; nunca rechaza nuevos proyectos o responsabilidades; necesita que le digan que es un "trabajador dedicado", "el más eficiente", y basa en ello su autoestima; cuando le llama un amigo o familiar, busca colgar el teléfono, para ponerse a trabajar o dejar la línea disponible para llamadas relacionadas con su trabajo.
Siempre que tiene que esperar se impacienta; el tema principal de conversación es el trabajo; no sale de vacaciones ni disfruta de fines de semana.
El tiempo libre, ocioso, le deprime o le pone ansioso. Si toma vacaciones, pasa el tiempo pensando en el trabajo, revisa o redacta informes, lee su correo, hace llamadas a la oficina o a sus clientes, planifica las siguientes tareas, etc.
Desde el punto de vista de la salud, hay un conjunto de síntomas y somatizaciones que se asocian a esta adicción a la acción, como el cansancio extremo; la mala nutrición; la hipertensión; los trastornos vasculares y cardíacos, los ataques cardíacos, las embolias; los trastornos del sueño, el insomnio; los altos niveles de colesterol; la gastritis y las úlceras; la pérdida del cabello; las contracturas musculares y los dolores óseos; y la propensión a infecciones.
En ocasiones resulta difícil diferenciar entre dedicación al trabajo y adicción al trabajo por cuatro motivos fundamentales:
1.- La no aceptación del problema por parte del laborodependiente; 2.- Las personas muy trabajadoras son alabadas dentro de la sociedad, pues la excesiva dedicación es considerada una cualidad; 3.- La falta de información para la concienciación de la adicción al trabajo como enfermedad; y 4.- La no contemplación de la adicción al trabajo dentro de los manuales de criterios diagnósticos de las instituciones de seguridad social.
Como en toda adicción, para que el laborodependiente cambie, debe aceptar que las conductas y actitudes adoptadas hasta ese momento no son saludables o convenientes, así que debe posicionarse críticamente frente a sus acciones y debe encontrar el sentido de su comportamiento.
andres.rosales@iberotorreon.edu.mx