“El baile de los 41” es un asunto tan escabroso que nadie había tenido el valor de filmarlo.
Es una de las páginas más oscuras no sólo de la historia de México, de toda la historia de la lucha por los derechos LGBT a nivel mundial.
Estamos hablando de un escándalo tan tremendo que termina por involucrarnos a todos: a las mujeres, a las familias, a los católicos, a los políticos, al ejército.
Cuando tuve el privilegio de ver esta película, me llevé una de las sorpresas más grandes del año.
“El baile de los 41” rompe con todos los lugares comunes del cine “gay”, de las historias de amor, de las películas de denuncia. Es un auténtico ejercicio de creación.
Yo la veía y me preguntaba: ¿de qué trata esto? No es la historia de un grupo de homosexuales, no es la historia de una mujer desesperada, no es la historia de nuestros políticos más corruptos.
¿Y sabe a qué conclusión llegué? A que “El baile de los 41” es una película sobre “las apariencias”.
Por tanto, es el filme que todos estamos obligados a ver y a discutir.
¿O qué, usted no aparenta ser lo que no es? ¿No sube fotos falsas a sus redes sociales? ¿No construye un personaje nuevo cada vez que publica algo?
Sólo que aquí hay un detalle: “El baile de los 41” muestra las consecuencias de toda esta doble moral. Es buenísima.
En caso de que usted no lo sepa, en el México de 1901, cuando la diversidad sexual ni siquiera alcanzaba a ser considerada como una enfermedad mental, ocurrió un incidente con 42 homosexuales que terminó muy mal.
La nota trascendió porque uno de los involucrados era yerno del presidente, del General Porfirio Díaz.
No le cuento más porque quiero que usted vaya descubriendo todo lo que sucedió ahí, que sienta lo que era ser homosexual en aquel entonces, que viva la impotencia de las esposas, que se asuste con los niveles de represión.
¿Pero sabe qué es lo peor? Que en algunos lugares las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Cuando usted goce de este espectáculo me comprenderá.
Y es que “El baile de los 41” es, ante todo, un “show” plagado de aportaciones.
Todos los actores que participan aquí son sensacionales. Está de más que le diga que Alfonso Herrera es de lo mejor que tenemos en México y que Emiliano Zurita representa un hallazgo monumental.
Pero Mabel Cadena, qué potencia de actriz. La señora hace un trabajo de creación tan contundente que, gracias a ella, ésta es una película donde también se dicen cosas fundamentales sobre la mujer.
¡Qué buen director es David Pablos! ¿Me creería si le dijera que, aunque nunca terminamos de conocer cada historia de cada uno “los 41”, el señor es tan talentoso que con dos o tres tomas nos los construye de manera magistral?
Y es que aquí la imagen lo dice todo. La fotografía de Carolina Costa es soberbia.
Aquello se ve como debió haber sido en 1901: iluminado con velas, lleno de contrastes. Y luego con unos movimientos de cámara estudiadísimos, perfectamente bien editados con una música excepcional.
Ni hablar del vestuario o de las caracterizaciones. Estamos ante algo importante, ante un gran acto de valor.
Luche con todas sus fuerzas por ir al cine a partir del jueves 19 de noviembre a ver “El baile de los 41”. Le va a encantar. De veras que sí.
alvaro.cueva@milenio.com