Mañana lunes 23 de octubre va a ocurrir algo muy importante en el Festival Internacional de Cine de Morelia: se va a estrenar “Señora influencer”, una de las películas más maravillosas que se han hecho en este país en los últimos años.
Cuando las grandes audiencias que llenan las salas cinematográficas la vean, les va a encantar. Pero cuando la miren los críticos y los cinéfilos, la van a adorar.
“Señora influencer” es lo mejor que le ha pasado a nuestro cine en mucho tiempo porque es milagrosamente transversal. No hay manera de que alguien no conecte con ella, de que no se ría, de que no se asuste.
Yo nomás le digo esto: cuando llegue a Hollywood, “Parásitos” va a ser un juego de niños en comparación con la propuesta de esta joya que va y viene de un género a otro consiguiendo algo que cada vez es más difícil en la industria del espectáculo: sorprender al espectador.
Aquí no hay fórmulas, lugares comunes ni plagios. Todo es creación y cuando uno llega al epílogo, créame, acaba en “shock” comprendiendo cosas verdaderamente impresionantes.
Por favor vaya apartando la semana del 2 de noviembre para el gran estreno nacional de este filme que, a pesar de su título, no comete el mismo error que han cometido todos los proyectos que se han querido meter con las redes sociales.
“Señora influencer” no es un ataque para quienes viven en el mundo digital ni está llena de chistes que sólo pueden entender quienes trabajan en eso.
Es una cinta para todos, que pueden entender todos, que pueden gozar todos y que a partir del fenómeno de las redes sociales va mucho más allá en lo que la humanidad entera está viviendo.
Estamos hablando de un cine brutal, buenísimo, poderoso, entrañable, divertido e inteligente.
Carlos Santos, su director, es un genio que actualiza la mexicanidad a un nivel que da gusto porque eso es lo que más necesitábamos.
A usted le consta, cuando hacemos comedia en este país, invariablemente convertimos aquello en un juego moralista como si nos diera pena divertirnos, como si nos sintiéramos culpables de haber sentido placer.
Las películas de Santos son exactamente lo contrario. ¡Cuál moralidad! Vamos a ver qué hay detrás de nosotros y que gane el que tenga que ganar como sucedió en “Chilangolandia”. ¿Se acuerda?
“Chilangolandia” no sólo fue una gran película, triunfó en tiempos de COVID-19. “Señora influencer” es mil veces más chistosa, compleja y crítica que “Chilangolandia”.
No le voy a contar detalles para no arruinarle la experiencia pero se trata de un espectáculo de un nivel tan alto que hasta dan ganas de analizarla a profundidad.
Aquí la experiencia cinematográfica deja de ser pasiva para establecer una suerte de interactividad alimentada por el impacto de las redes sociales.
Los celulares ya no son celulares. Son agujas que se meten por nuestros ojos para hacernos biopsias en el alma, instrumentos de tortura, de placer y hasta de venganza. ¡Se tenía que decir y se dijo!
¡Hasta que por fin alguien se metió bien con esta droga, con esta arma y con lo que pasa con millones de personas sin importar si son “lovers” o “haters”!
Lo más revolucionario es que el vehículo para contar todo esto, que en manos de cualquier otro director hubiera acabado por ser un panfleto insufrible, es un espectáculo hilarante, oscurísimo.
“Señora influencer” tiene un guion prodigioso que inmediatamente nos remite a lo mejor de William Wyler (“El coleccionista”) y a lo más mexicano de Hugo Argüelles (“Doña Macabra”).
Pero, al mismo tiempo, nos recuerda la cinematografía de Alfonso Arau (“Como agua para chocolate”), ese saber construir con globos, canciones infantiles y asuntos aparentemente inconexos, monumentos visuales que rematan en algo increíble.
¿Cuál es la nota? Mónica Huarte. Somos muchos los que amamos a Mónica Huarte, los que reconocemos en ella a una actriz que cambió la historia del teatro musical, de la televisión y hasta de la publicidad, con aportaciones inolvidables.
Pero jamás había tenido un protagónico en cine. Se lo voy a decir tal cual: Fati Ferri de “Señora influencer” es para Mónica Huarte lo que Hannibal Lecter de “El silencio de los inocentes” para Anthony Hopkins.
¡En serio! Cuando usted la vea no lo va a poder creer. Hay secuencias, no una, muchas, donde cada milímetro del rostro de Mónica se va transformando con una maestría alucinante, en el más tremendo “close up”, en cosa de unos cuantos segundos, para llevarnos de un extremo al otro del cuadrante actoral.
Cuando se trata de que riamos, Mónica hace que nos carcajeemos. Cuando se trata de asustarnos, la señora nos deja sin respiración. Pero cuando se trata de que pensemos, agárrese fuerte de donde pueda porque nuestros cerebros no volverán a ser los mismos.
¡Qué ganas de estar en Morelia para ver el estreno de este monumento de película! Ya quiero que la programen a nivel macro en las salas de todo el país para correr a verla con mi familia y con mis amigos.
Luche por estar ahí. Yo sé lo que le digo. Le va a gustar. De veras que sí.