Creo que no existe persona que ame más a MasterChef México que yo, porque ese programa consiguió que las familias de nuestro país se volvieran a reunir frente a la tv abierta a mirar un espectáculo sano, bonito y, lo más importante, comprometido con la gastronomía nacional. Yo, como miles de espectadores, estoy muy contento con la final del domingo pasado de MasterChef, la revancha.
Creo que fue algo importante, incluso para la comunidad LGBT, pero hay muchas cosas que me preocupan. Este MasterChef no fue un MasterChef. Fue un talk show donde lo que menos brilló fue la comida. A ver, ¿usted qué aprendió? ¿Qué cambios hizo en sus emplatados? ¿En qué momento se sintió orgulloso de ser mexicano? ¿En qué punto comprendió que la gastronomía nacional es grande, bella, patrimonio cultural de la humanidad?
¡Ah, pero qué tal el chisme! ¡Qué tal la intriga! ¡Qué tal las rivalidades! Bueno, ya, el colmo. Lo nunca antes visto en ningún MasterChef del mundo: ¡Qué tal esa desagradabilísima relación de tensión entre los jueces! Perdón, pero yo no me siento con mi familia a ver eso. Para broncas, ya tengo muchas en la vida. Para pleitos, pongo las noticias.
¿Adónde se fueron los personajes entrañables como la hermana Flor, los mensajes sociales que nos daban participantes tan lindas como Honorina y el amor, ya no se diga por México, por la cocina? Tengo miedo. Así fue como La academia entró en crisis hace muchos años.
¿Ahora entiende cuando le digo que estoy preocupado? Hay que volver al origen. Hay que impedir una desgracia.
Otro final
El viernes pasado terminó Cita a ciegas en Las Estrellas y a mí me encantó. Le voy a dar mis razones: Cita a ciegas siempre fue un proyecto positivo, alejado del narco, de la violencia y la vulgaridad, una telenovela moderna, con grandes mensajes y tintes de comedia. Esta producción de Pedro Ortiz de Pinedo siempre fue una telenovela mexicana, con grandes estrellas de la tv nacional, que le dio oportunidad a inmensos talentos y que a pesar de ser tan nuestra, supo atender a los mercados internacionales con pequeñas grandes aportaciones.
Cita a ciegas se la jugó yendo más allá de los lugares comunes, tanto en fondo como en forma, coqueteándole a las nuevas generaciones y tocando temas que no son los típicos en la industria del melodrama. Yo la prefiero mil veces a muchas otras emisiones negativas, decadentes, malinchistas y su final me gustó, porque sin haber dejado de ser romántico, se fue por otro lado más maduro, terapéutico. ¿Entonces qué fue lo que pasó aquí? ¿Por qué la bajaron de horario? Porque el perfil de Las Estrellas es otro. Porque las necesidades del público que hoy goza con títulos como Soltero con hijas y La rosa de Guadalupe van por otro lado. Aquí el problema no fue el producto. Fueron las indicaciones, fue la programación. Si Cita a ciegas se hubiera estrenado en una frecuencia con otro perfil, aquello hubiera sido un cañonazo. Televisa pidió otra cosa. El resultado fue otra cosa. Sirva esto como lección para las nuevas telenovelas de esa empresa. Hay que volver al origen.
alvaro.cueva@milenio.com