Supongo que, muertos ya los líderes y convertido el movimiento en un mito, la movilización estudiantil del 2 de octubre terminará reconstruyéndose en el imaginario colectivo a través de las narraciones en plataformas de streaming. La corporativización de las narrativas de nuestros problemas, es decir, el ceder acríticamente a la tendencia de entender nuestros pasados y presentes a través de la visión de empresas de entretenimiento, ha provocado una banalización de las posibles discusiones que generan. Imposiciones de narrativas desde corporaciones y productoras, que mantienen una subordinación de contenidos de Norte a Sur, de Occidente a Oriente, genera visiones unilaterales y estandarizadas sobre el narco, movimientos y crisis sociales, etc. Más que reconstrucciones artísticas que recurren a la ficción para arrojar luz crítica sobre nuestros pasados, los mecanismos de la corporativización tienden a inocular pasajes turbulentos de nuestra historia.
No es que alguna empresa de streaming esté produciendo una narrativa sobre el movimiento estudiantil del 68, sino que debemos de pensar en esa “tendencia de transnacional” de volverlo todo una serie capitalizable de la que todo mundo habla dos semanas para luego ser olvidada por otro estreno más fastuoso. El problema de que la discusión de nuestra realidad pasada o presente esté dictada por corporaciones es que se monopolizan los debates y las perspectivas.
Supongo que mi intención es pensar en la necesidad de volver a apropiarnos de nuestra historia y sus narrativas mediante la reflexión. Cada día, gobiernos, estudiantes, periodistas, columnistas, profesores, etc., ceden su poder de narrar y reflexionar a la IA o a versiones que comercializan la historia sin miras a su revisión crítica.
Supongo que no debemos olvidar el 2 de octubre, ni dejar que nos cuenten la historia desde la perspectiva de corporaciones que todo lo devoran sin considerar las heridas y las víctimas de nuestra historia reciente.