Política

¿Me escuchan?: la docencia en pantalla

  • Apuntes pedagógicos
  • ¿Me escuchan?: la docencia en pantalla
  • Alfonso Torres Hernández

El trabajo docente, a través de dispositivos digitales, particularmente en el nivel medio superior y superior, ha implicado el desplazamiento de las prácticas presenciales a espacios y escenarios, en muchos casos poco explorados o bien, del ámbito privado. A casi un año del confinamiento, la docencia ha transitado por caminos que la han llevado a replantear la relación pedagógica con sus alumnos, a cuestionar el currículum y el modelo pedagógico, así como las condiciones institucionales de su práctica. Una de estas cuestiones tiene que ver con el reconocimiento de que contamos con una diversidad de alumnos, no sólo en su condición socioeconómica, sino en otros aspectos de su personalidad, emociones y comportamiento que desconocíamos.

La docencia la llevamos a nuestros hogares, en condiciones poco favorables para el establecimiento de una comunicación adecuada con nuestros estudiantes, y limitadas para la enseñanza-aprendizaje de los contenidos. Nuestra casa se convirtió en un edificio escolar. De pronto, la sala, el comedor, la recamara, es el aula, con la característica de que ahora nuestra docencia es pública. El aula como espacio privado dejo de existir, para dar paso a la concurrencia de nuestros familiares en nuestras “clases”, como “oyentes presenciales”. Y no solo es publica en nuestro espacio propio, sino también en los hogares de nuestros estudiantes. La pantalla de la computadora vino a sustituir el contexto del aula donde regularmente trabajábamos. Las butacas, sillas y mesas fueron sustituidas por la cuadrícula de rostros o nombres en la pantalla.

La complejidad de la comunicación a través de una pantalla se hace presente en cada momento: el audio no funciona, no se puede compartir pantalla, no hay conexión con video, el internet esta lento o no funciona, no se cuenta con “datos”, el vínculo estaba equivocado, etc. la docencia en esta condición, se convirtió en un concierto de voces solamente, se perdió la comunicación visual de los movimientos, miradas y gestos, y de igual manera, de las sensaciones y sentimientos que provoca la cercanía física en un aula. En ese contexto, algunas de las frases más recurrentes de los maestros en este tiempo son: ¿me escuchan?, ¿ya la pueden ver?, ¿estás ahí?, “todavía no se conecta”. A pesar de estos avatares, la docencia ha encontrado posibilidades para el desarrollo de los programas educativos.

En este trayecto, nuestras nociones del campo de aprendizaje y enseñanza han evolucionado. Una de las cuestiones asociadas a ello ha sido la evaluación de lo aprendido. El confinamiento y ejercicio de la docencia en esta condición nos ha permitido, creo yo, a diferenciarla de la calificación. La empatía por la condición social que vivimos, emergió como un elemento asociado al ámbito evaluativo que nos ha permitido una mirada más integral de los procesos de aprendizaje de nuestros estudiantes y repensar en la valía de lo aprendido y su significatividad en relación al entorno social en estos tiempos.

La reflexión que supone, nos ha provocado el confinamiento, nos debe llevar a un aprendizaje de toda la experiencia que estamos construyendo. No podemos regresar a los escenarios que teníamos antes de la pandemia. El retorno presencial a las aulas debe ser diferente. Las prácticas educativas, docentes y pedagógicas que desarrollemos deben evidenciar que nuestro pensamiento evoluciono para bien.

torresama@yahoo.com.mx

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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