El ciclo escolar 2023-2024 ha representado para las maestras y maestros de educación básica un ciclo diferente. La construcción del programa analítico constituyó un dispositivo que les generó incertidumbre y resistencia desde el inicio. El escaso acompañamiento para su elaboración (limitado a las sesiones de Consejo Técnico) fue insuficiente para apropiarse del sentido filosófico, epistemológico, teórico y metodológico que lo caracteriza, además de su asociación intrínseca con la práctica educativa. De manera particular, porque les plantea una práctica docente situada y bajo el cobijo de la pedagogía crítica. La cuestión estaba entonces en trascender prácticas sedimentadas en la tradición pedagógica hacia prácticas más emancipadoras.
Otro elemento que dislocó el pensamiento y acción pedagógica de los docentes fueron los libros de texto gratuito. Nueva estructura, nuevos sentidos y nueva metodología. No ha sido un asunto sencillo comprender la lógica del trabajo por proyectos en los cuales la relación con libros de texto debe ser buscada, comprendida y realizada por cada maestra y maestro. Transitar de una lógica de simplicidad a una lógica de complejidad le ha implicado posicionamientos y desplazamientos diversos.
Un tercer elemento ha tenido que ver con el sentido de comunidad y colectividad. Desde el enfoque de pedagogía crítica, humanista y de capacidades, la teoría supone comunidad, diálogo, horizontalidad, colaboración y participación. ¿Cómo expresar estos sentidos en la práctica cotidiana cuando la cultura escolar se ha configurado, desde hace décadas, con un sentido de lo individual? Tampoco es un asunto sencillo esta transición, se requiere de una serie de condiciones institucionales, formativas, de pensamiento, de formas sociales, para que el sentido de comunidad y colectividad encuentre camino.
Por último, el momento de valoración de lo aprendido se complejiza por el sentido que cobra la evaluación de aprendizajes desde un enfoque y metodología diferente de trabajo. La elaboración de fichas descriptivas son la síntesis del nivel de aprendizaje de los alumnos y los docentes deben ser muy claros en ello. La generalización no tiene cabida en tanto que la valoración es individual. En esto último radica la complejidad de muchos docentes por el número excesivo de alumnos que tienen y que los obliga a recurrir a prácticas de valoración distantes de lo formativo.
Estas cuestiones definieron en mucho el trayecto del curso escolar próximo a terminar. La preocupación de las maestras y maestros por hacerlas comprensibles para una práctica docente más pertinente en su grupo y contexto los llevó a niveles de estrés alto e incomodidades para su desarrollo. Sumado a lo anterior, las demandas de tipo administrativo por parte de la autoridad educativa y de lo que cotidianamente se presenta en las escuelas, implicaron desatención de los procesos pedagógicos y molestia por la intensificación del trabajo docente.
Las maestras y maestros han desarrollado un gran esfuerzo en este ciclo escolar, los menos con apoyos formativos e institucionales para comprender y desarrollar lo que se plantea en el nuevo plan de estudios; los más, sin los apoyos necesarios. El curso escolar, sin embargo, debe ser un punto de diagnóstico para reconocer los avances en el proceso de transformación educativa, los obstáculos enfrentados, las dificultades y las posibilidades para dar mayor pertinencia a la acción educativa. Tener presente que el tránsito hacia nuevas racionalidades, paradigmas, culturas de trabajo, formas de pensamiento y acción, no se construyen en un periodo determinado sino son consecuencia de la permanente continuidad y evaluación de los proyectos.
El fin de cursos es un espacio de reflexión sobre el trabajo cotidiano, pero también es un punto de partida para el siguiente. Y también por supuesto que significa un distanciamiento de las actividades diarias para descansar y reanimar el espíritu y cuerpo en beneficio de uno mismo. Feliz descanso estimadas maestras y maestros.