Política

Pachuca: vitrina del fútbol mundial

Pachuca se vistió de gala para la ceremonia de investidura 2025 del Salón de la Fama del Fútbol Internacional. En medio del humo de los reflectores, los flashes, los abrazos, los discursos y las lágrimas, la verdadera dimensión de lo que allí ocurrió trasciende el estrado: es un testimonio de que el fútbol no es solo espectáculo, también es patrimonio colectivo.

Desde el inicio, el evento tuvo un tono profundamente territorial. En su mensaje, el gobernador Julio Menchaca proyectó algo más que una simple bienvenida: reivindicó a Hidalgo como el corazón histórico del fútbol mexicano y, al mismo tiempo, como una tierra lista para mostrarse al mundo. Su intervención transmitió calidez, pero también visión estratégica: convertir la cercanía con la capital y el próximo Mundial en una oportunidad para atraer visitantes, talento y proyección internacional.

Con el Mundial 2026 a la vista, en el que Hidalgo recibirá a dos equipos participantes, el mensaje del gobernador resuena con sentido estratégico. Este recinto, esta ceremonia, este estado, es una vitrina de lo que México hace bien: unir historia, deporte, turismo y cultura.

Uno de los momentos más emotivos fue el de Ignacio Ambriz, quien, con la voz entrecortada, recordó a su padre y expresó que, aunque ya no está, sabía que se sentía orgulloso de él. En el público, Javier Aguirre —su formador y amigo— no pudo contener las lágrimas, dejando ver el lado sensible detrás del habitual carácter firme y sarcástico que le conocemos desde que entrenaba a Pachuca en 1998 y que mantiene al frente de la Selección Nacional. Ambriz también arrancó sonrisas al evocar a su madre, quien solía decirle que “parecía perro de la calle” por su espíritu inquieto. “Con estas patas de perro”, recordó con humor, “hoy soy investido”.

Las lágrimas de los investidos, las palabras sentidas de Gerardo Torrado, Francisco Palencia y René Higuita, el sonoro aplauso a Iker Casillas y la gratitud de los decanos marcaron una noche profundamente emotiva. Al final, el fútbol —y su memoria— pertenece a lo humano: al esfuerzo silencioso, al sacrificio constante y a esos instantes invisibles donde se moldea el carácter y nace la grandeza.

Un reconocimiento especial merecen Jesús Martínez y Antonio Moreno, artífices de la proyección internacional del recinto gracias a su visión y constancia. Antonio Moreno lo ha expresado con lucidez: “el Salón de la Fama es la memoria viva del fútbol”. Una frase que sintetiza su propósito esencial: trascender el concepto de museo para convertirse en un espacio donde los valores, la historia y la pasión del fútbol se mantienen vivos y en permanente movimiento.

Al apagarse las luces y cesar los aplausos, quedó ese silencio poderoso: el de la continuidad. El deporte, más que un juego, es un hilo que une generaciones y exige memoria y entrega. Ese espíritu se reflejó en el abrazo entre Raúl Orvañanos y José Ramón Fernández, un gesto que evocó la concordia, el legado y el entendimiento que el fútbol inspira.


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Alan Austria Anaya
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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