Gil buscaba respuestas sin saber las preguntas cuando encontró un breve libro de Séneca: El arte de vivir. Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión del tiempo.
Introducción de James S. Romm y traducción de Jacinto Pariente. Editorial Kõan, 2025.
Escribe Romm en el prólogo: “Séneca el joven […] habría estado de acuerdo con el concepto de que la vida hay que pensarla desde un lecho de muerte imaginario. Séneca se imagina a sí mismo dirigiéndose a personas centenarias, ya con un pie en la tumba y les pide que hagan un recuerdo de los días malgastados en tareas sin importancia, en atender las necesidades ajenas, o en placeres transitorios y estériles. Cuando miren lo que les queda, advierte a los muy ancianos, se darán cuenta de que en realidad mueren jóvenes.
***
Haber vivido mucho tiempo no es lo mismo que haber existido muchos años.
***
Nadie te devolverá los años. Nadie te devolverá a ti mismo. La vida seguirá su curso sin volver atrás, sin detenerse. Sin ruido, sin advertirte de su propia ligereza. Se esfumará en silencio. No se prolongará por mandato del rey ni por voluntad del pueblo. Pasará como se puso en marcha el día en que naciste, nada la detendrá ni la retrasará. La vida corre mientras tú te afanas, y entre tanto se acerca la muerte y para esa cita, te guste o no, tendrás que encontrar un hueco.
***
La vida se divide en tres etapas: lo que ha sido, lo que es y lo que será. De las tres, la que vivimos ahora es breve, la que viviremos es incierta, y la que hemos vivido, inmutable.
***
Reservemos la capacidad de pensar para quienes intimamos a diario con Zenón, Pitágoras, Demócrito, Aristóteles, Teofrasto y otros sacerdotes de las bellas artes. A ninguno le falta tiempo para recibirnos, todos nos envían de vuelta felices y satisfechos de nosotros mismos, ninguno nos deja marchar con las manos vacías. Su puerta está siempre abierta.
***
(…) los que practicamos la filosofía nacemos de quien queremos […] Esta es la única manera de alargar la vida o, mejor dicho, hacerla inmortal […] lo que la sabiduría consagra el tiempo no lo daña, no lo borra ni lo mancilla, sino que, por el contrario, las edades venideras incrementan su valor, ya que tendemos a envidiar lo cercano y a venerar lo que está lejos.
***
Los placeres de los ocupados vienen siempre teñidos de temores y ansiedad, y cuando están en la cúspide del gozo siempre les asalta el mismo pensamiento: ¿cuánto durará esto? […] Para proteger la felicidad necesitan más felicidad y tienen que elevar plegarias por las plegarias cumplidas. […] Nuevas ocupaciones sustituyen a las antiguas, la esperanza engendra nueva esperanza y la ambición nueva ambición. No buscan acabar con la infelicidad sino cambiar lo que les hace infelices.
***
(…) dedícate a ti mismo algo de tiempo. No te digo que te entregues a la apatía ni a la indolencia, ni que sofoques tu carácter enérgico con el sueño y los placeres vulgares, pues el descanso no consiste en eso.
***
Refúgiate, pues, en asuntos más serenos, más seguros, más importantes. […] En esa nueva vida te aguardan las bellas artes, el amor y práctica de la virtud, el desapego de las pasiones, la ciencia del vivir y del morir y el profundo descanso de los asuntos terrenales.
***
(…) gran parte de la vida se nos escapa haciendo mal, parte de ella no haciendo nada y toda ella haciendo lo que no debemos.
***
Es un error creer que nos dirigimos a la muerte, pues gran parte de ella ya ha pasado. Lo que dejamos atrás se lo queda la muerte.
***
Nada es nuestro, Lucilio, sólo el tiempo.
***
Cuadro las cuentas como un derrochador que fuera al mismo tiempo cuidadoso de sus gastos. No te digo que no desperdicié nada, pero sí que estoy al tanto de lo que desperdicio y por qué. Conozco bien las causas de mi indigencia. Me pasa como a tantos que se ven reducidos a la pobreza: todos me dan su comprensión, nadie su ayuda”.
***
Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que soporta el Grey Goose, materia prima de los gansos salvajes, Gamés pondrá a circular las frases de Joseph Addison sobre el mantel tan blanco: “Es verdad que el hombre no es más que una sombra, y la vida un sueño”.
Gil s’en va