Cultura

Pequeñas e insignificantes criaturas

Por todos lados veo gente atrapada en estériles rituales cotidianos, en conductas autodestructivas y en actitudes pasivas que eluden sus responsabilidades y, peor: sus sueños, deseos y proyectos.

O están decepcionados de su realidad o no saben cómo lidiar con las presiones del ambiente. Pero hay otra variante, la psicológica.

Mucha gente se aísla en sus pequeños y limitados mundos mentales para no confrontar el ambiente externo y, paradójicamente, lo hacen para no confrontarse a ellos mismos, pero terminan presos de sus propios venenos. Su ansiedad es tal que prefieren continuar inmersos en sus circuitos patológicos, en ciclos autodestructivos que incluyen comer, beber, comprar cosas y pasar más tiempo en sus celulares que con sus familias y amigos. Viven atrapados en una compulsión desenfrenada imparable. Tal vez sea ese el único sentido que le puedan dar a sus desarticuladas vidas.

Nadie está del todo bien.

No hay personas felices ni satisfechas. Nos hemos creado esta fantasía, esta mentira piadosa e improcedente a manera de ejercicio utópico, condescendiente: una quimera, pues. Estamos poblados –invadidos– por temores internos, espectros, prefiguraciones de angustia y desasosiego, cuyo efecto es fracturar (o de plano inhibir) nuestra vida funcional de todos los días. Y a largo plazo, ni se diga. No hay manera de esperar un futuro luminoso: hay que esperar lo peor.

No digo que sea pecado creer en fantasmas, en esperar que los sueños se vuelvan realidad, pero, en general, vivimos envueltos en una morusa de claroscuros, de inquietantes silencios y de alaridos enervantes. Nos esforzamos por creer que las cosas no solo están bien, sino que van a mejorar. Vemos todo con una claridad y definición pasmosas, pero en el fondo sabemos que la realidad no es que estamos hasta el cuello en un río turbulento y lodoso a punto de ser succionados hacia el abismo. Así construimos estos muy personales y elusivos mundos, y nos refugiamos en ellos. Pero no son más que una desfiguración de lo que en realidad somos, un disfraz irrisorio y macabro de una realidad que no queremos aceptar, que no podemos confrontar, que no podemos resolver. No hay dónde huir, ni dónde escondernos de ella.

Aceptemos que estamos donde debemos estar. Nuestra vida y circunstancia no son más que una secuencia de ciclos absurdos que se repiten y reconfiguran de manera vertiginosa, pero que no llevan a nada. Son ensayos quiméricos de un mismo y tedioso tema que intentan romper con el esquema habitual de las cosas, pero que no es posible lograrlo.

Quizá todo tenga que ver con la mecánica de los astros. Nuestro planeta que gira sobre sí mismo y que a su vez gira alrededor de una estrella, y que esa estrella gira en torno al centro de una galaxia. Que tal estructura es parte de un cúmulo de galaxias, y que todo eso se relaciona con un gran cuerpo de fenómenos celestes que viajan en un espacio que se distiende y expande de manera tremebunda, imparable; de un tamaño imposible de dimensionar. Y así, dentro de este esquema tan ridículamente vasto, es pasmoso que lleguemos a pensar que somos únicos y especiales; que nuestras ridículas e infintesimales vidas no valen más que tres kilos de genitales de burro hinchados dentro del insondable escenario de evolución cósmica.

Bajo esta consideración no me queda claro cuál es o debería ser nuestra preocupación verdadera ni qué se supone que debemos hacer.

Somos poco menos que nada. Somos, día tras día, objetos netamente desechables. Pero es lo que hay.

Digo que no hay que tomarse tan en serio las cosas, pero tampoco debemos encerrarnos en estas ambientaciones bizarras y fantasías inviables que no llevan a nada.

Leyendo la Comedia de Dante Alighieri, recuerdo esa consigna que el poeta lee al entrar al Infierno: “Pierdan toda esperanza quienes entren aquí”. Entonces creo que tal mensaje se lo deberían mostrar a todos los recién nacidos, para que no se hagan ideas equivocadas de lo que les espera.


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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