Espectáculos
  • De Pati Chapoy a los influencers: la crisis negra de la prensa rosa al desnudo

  • Una parodia de ‘La Cotorrisa’ reavivó la discusión: la prensa rosa, que marcó el pulso del entretenimiento, enfrenta una crisis de credibilidad, relevo y con estigmas que la arrinconan.
La prensa rosa se enfrenta a una crisis de credibilidad  | Especial

DOMINGA.– Un ‘sketch’ lo incendió todo. “No tenemos vida” reza el título de esta sátira de La Cotorrisa, uno de los pódcast más escuchados en YouTube que acumula más de 1.7 millones de vistas desde el 17 de septiembre. La broma excedió las expectativas de sus autores porque reabrió un debate, el de una crisis de credibilidad, falta de relevo y estigmas que arrinconan a la llamada prensa rosa.

Lo que se despliega en pantalla es horroroso por acertado: entremezcla el tono con el que se dan las noticias que tienen que ver con amores e infidelidades de celebridades, videos de baja calidad y animaciones estridentes de explosiones y llamaradas. Así, Ricardo Pérez y José Luis García Slobotzky se burlan de los programas de espectáculos –como Ventaneando– y de los conductores que han propagado este género televisivo como esporas.

Los ‘podcasters’ se visten y hablan de forma grotesca, hacen chistes personales, comentarios incisivos, pero también hay una burla a la fórmula de este tipo de programas que consiste en echar mano de la falta de rigor, que yace debajo de ese “me consta que me lo dijeron” y de un monólogo demagógico –“sólo estamos haciendo nuestro trabajo”– que busca revestirse de importante.

Una parodia en YouTube reabrió el debate: : la prensa rosa, que marcó el pulso del entretenimiento, enfrenta una crisis de credibilidad.
La parodia de 'La Cotorrisa' dejó en evidencia la creciente crisis en la prensa de espectáculos | Especial

Como uno de los elementos clave de esta parodia, un colaborador de La Cotorrisa va a entrevistar a los reporteros que hacen “guardia” en el aeropuerto, en espera de ver pasar a algún famoso y perseguirlo hasta sacar la nota. Cueste lo que cueste. Así que se acerca haciéndoles preguntas indiscretas y sin relación con la cobertura que lo convoca. Era un intento, dicen los ‘youtubers’, por darles una cucharada de su propia medicina y la verdad es que funcionó.

Además de los cientos de miles de vistas, el ‘sketch’ logró su cometido: picar a esas vacas sagradas del periodismo de espectáculos. En Ventaneando hicieron una amenaza velada a la actriz Susana Zavaleta –pareja de Pérez y quien tuvo un incidente previo con la prensa, cuando casi la tiran en pleno “chacaleo”–, insinuando que no la volverían a entrevistar. Paty Chapoy los llamó “desesperados por atención”.


A partir de esa línea, en la siguiente ocasión que Zavaleta apareció en un aeropuerto, los reporteros le empezaron a gritar “¡Prensa digna!”, en represalia por el ‘sketch’ de su novio. Pero aquella dignidad quedó media disuelta luego de que un reportero rompió el cerco y se acercó a sacarle una declaración. Zavaleta respondió que todo era un acto de tremenda misoginia, que los medios querían cobrarle a ella una molestia que tenían con el trabajo de Ricardo Pérez.

Chisme aparte, mal haríamos en quedarnos con las dos conclusiones que parece ofrecernos esta historia: que la televisión está acabada o que los de La Cotorrisa no saben con quién se meten. Ambas versiones de esta historia fallan en que ofrecen información incompleta para aleccionar.

¿La prensa de espectáculos está en crisis?

Es verdad que la televisión y la prensa escrita han perdido terreno frente a las redes sociales. El reporte de este año sobre consumo de medios elaborado por el Instituto Reuters revela que 63% de los mexicanos se enteran de las noticias en redes, sobre todo Facebook, mientras que 39% lo hace directamente en la televisión.

Una parodia en YouTube reabrió el debate: : la prensa rosa, que marcó el pulso del entretenimiento, enfrenta una crisis de credibilidad.
Los influencers tienen más de un millón de seguidores | Especial

Pero el estudio no profundiza en que la gran mayoría de los creadores de contenido que dan información en redes sociales no la reportean ellos mismos, sino que la retoman de los medios en los que más confían. Es decir, es más una labor de divulgación que necesariamente de reportería.

Por otro lado, aunque la televisión disminuya sus audiencias no necesariamente su poder. El ejercicio reciente que hizo Denise Maerker, en su documental PRI: Crónica del fin, tiene un archivo visual en el que queda de manifiesto no sólo la capacidad que tiene la televisión de crear u omitir partes de la realidad, sino que existe una relación entre las criaturas de la televisión y las de la política.

Empezando por la relación entre Sasha Montenegro y José López Portillo, pasando por la participación de los artistas en el ‘spot’ de la campaña Solidaridad, continuando con los puestos legislativos para personajes como Silvia Pinal o Carmen Salinas, y hasta la construcción de una presidencia a través de una “telenovela en vivo”, como la relación de Enrique Peña Nieto con Angélica Rivera La Gaviota. Es claro que la televisión importa, como retrospectiva y en tiempo presente.


Sin embargo, ese poder no exime a la prensa de espectáculos de estar en crisis. La falta de generación de nuevo talento, la ausencia de periodismo de investigación en este ramo o la falsa noción que persiste, de que es un periodismo de segunda, son algunos de los indicadores de que no ha evolucionado esta fuente.

Entonces, ¿cuándo empezó a descomponerse la prensa de espectáculos?, ¿cómo puede recuperar su camino? Y más aún: ¿importa? Es decir, ¿realmente pierde la televisión y la sociedad si nos quedamos sin periodistas que cubran esta fuente?

En el inicio no había programas de chismes

La historia del periodismo de espectáculos se remonta a finales de los ochenta. El primer intento de ese formato, donde se “analizaran” las telenovelas, lanzamientos musicales y obras de teatro lo encabezó Pati Chapoy en su programa El mundo del espectáculo. Fue producido por Humberto Navarro y se estrenó en 1987 en un periodo particular de Televisa en el que Emilio El Tigre Azcárraga se tomó una licencia de poco más de un año y le dejó las riendas del negocio a Miguel Alemán Velasco.


Ese periodo lo retoman Claudia Fernández y Andrew Paxman en la biografía de El Tigre, un momento en el que hubo más libertad para experimentar con los formatos de noticias y entretenimiento, y también para ejercer incipientemente la crítica. La propuesta de Chapoy abría la puerta a exigir un mejor contenido.

Con el retorno de El Tigre, sin embargo, esas ansias primaverales quedaron completamente reprimidas. Cerró filas con sus aliados más cercanos y alejó a los de Alemán. Entre ellos, Navarro y sus propuestas de contenido, como la de Chapoy.

Hacia 1989, otro programa empezó a configurar la prensa rosa, Todo para la mujer, de Maxine Woodside, comenzó a emitirse en la radio y a convertirse en un referente de la prensa del corazón. Ese programa sigue vigente. Esos primeros ejercicios eran, sin embargo, muy optimistas, se hablaba bien de los actores, de sus telenovelas y obras de teatro. Hasta que todo cambió entrados los noventa.

El Show: Crónica de un asesinato, documental estrenado en 2023 sobre el asesinato de Paco Stanley en el que tuve la oportunidad de participar en la investigación, es una tesis para entender ese cambio abrupto en la sociedad. Por un lado, los ochenta habían sido años de crisis económicas que tuvieron su último golpe brutal a finales de 1994; por el otro, el resquebrajamiento del PRI se había dado de forma violenta con magnicidios, como el de Colosio, y aún así persistía en la sociedad la sensación de que era imposible e impensable el retorno al control total del Estado.

Una parodia en YouTube reabrió el debate: : la prensa rosa, que marcó el pulso del entretenimiento, enfrenta una crisis de credibilidad.
El papel de la prensa rosa en México no es inocente y ha tenido un papel importante en la política | Nelly Salas/Milenio

Esas ansias de libertad fueron dirimidas en buena parte gracias a la competencia de las marcas comerciales, pero también a la televisión. Ahí empezaban a aparecer programas subidos de tono, como El Calabozo, pero también de espectáculos y entretenimiento que servían para apaciguar las ganas de exigir la rendición de cuentas, de poner en tela de juicio y señalar que no podían desahogarse en el mundo de la política y el empresariado pero sí en el de las celebridades.

En medio de esa efervescencia, en el convulso 1994, se abrió un periodo conocido como la “Guerra de televisoras”, en la que Televisa competía contra el espíritu novedoso de TV Azteca, de reciente creación. En esa guerra Chapoy jugó un rol fundamental como asesora de contenido y su programa Ventaneando se convirtió en uno de los más vistos en el país.

Desde luego, “el programa generó, de forma singularmente poco imaginativa, imitaciones […]. Era una de las primeras señales de que la creatividad bajo el control de Azcárraga se iba secando”, escriben Paxman y Fernández.


Casos como el de Stanley alcanzaron notoriedad no sólo porque lograban una conjunción del periodismo de espectáculos y el de nota roja –ambos productos insignia de la época–, sino que permitía a Ricardo Salinas Pliego estirar la liga para ver hasta dónde podía criticar al gobierno de alternancia recientemente electo en el Distrito Federal y, con ello, tantear las aguas en su relación con el gobierno priísta.

Ese “tanteo” de influencia se volvería una directriz en el comportamiento de las televisoras en adelante y utilizarían a la prensa de espectáculos y sus escándalos como una punta de lanza para incidir en temas “serios” como la política.

Sin embargo, esa incidencia estaba atada al servicio de la tele, no de las audiencias y, por tanto, aunque acarreó poder a las televisoras, no se tradujo en una mayor profesionalización de la prensa de espectáculos que terminó estancada en la misma fórmula que privilegia el escándalo por encima de la investigación, la opinión sobre los datos, y pone al centro de la nota al reportero.

Una parodia en YouTube reabrió el debate: : la prensa rosa, que marcó el pulso del entretenimiento, enfrenta una crisis de credibilidad.
El episodio de YouTube tiene 1.8 millones de vistas | Especial

Una prensa enferma del corazón

Para hacer un buen diagnóstico del periodismo de espectáculos hay que pasar por Álvaro Cueva. Hace unos meses, un amigo comentaba con hartazgo que siempre lo ponen a analizar la televisión. ¿Por qué será? Es uno de los pocos que ha advertido que el periodismo de espectáculos está en peligro de extinción. No ahorita que las redes sociales carcomen todo el terreno, sino desde antes que el mundo digital fuera una realidad cotidiana.

En 2008, ya advertía en una entrevista para la revista Etcétera: “en México tenemos muy poco periodismo de espectáculos, considerando que nuestro país es la capital de los espectáculos en América Latina, al menos en habla hispana, y confundimos al periodismo de espectáculos con el periodismo del corazón”.

En 2020, volvió advertir cómo esa confusión deliberada de fuentes estaba dando a luz a una generación de nuevos periodistas cada vez más impreparados, perpetuando personajes nocivos para el periodismo.


“Somos la escoria del periodismo de habla hispana, una colección de criaturas grotescas tratando de ser o muy chistosas o muy agresivas o muy lacrimógenas. Un alto porcentaje de la gente que hace entrevistas no sólo no prepara sus intervenciones, no sabe a quién está entrevistando. Esto es de una irresponsabilidad escandalosa”, ha escrito en su columna de MILENIO.

Cueva sostiene que esa confusión sigue sin resolverse y que el periodismo de espectáculos sigue cooptado por unos cuantos. Quizás, para encontrar salida de ese atolladero, haga falta volver a ahondar en qué es y qué no es la prensa de espectáculos.

Ésta debería centrarse en la producción que tienen las celebridades y también en el ecosistema político y económico que sostiene a esas estrellas. Mientras, en la prensa del corazón la tarea es otra. “Se reportan escándalos, se reportan todas las cosas que no tienen que ver con el talento y que son llamativas, como las demandas, las groserías, las intimidades y todas esas cochinadas”, dice Cueva.

Aclara, además, que el mote “del corazón” tiene una carga negativa hacia aquellas y aquellos que trabajan y consumen esas secciones, porque se les vincula directamente con una prensa deficiente.

Una parodia en YouTube reabrió el debate: : la prensa rosa, que marcó el pulso del entretenimiento, enfrenta una crisis de credibilidad.
La rivalidad entre Televisa y TV Azteca estalló en 1996 | Cortesía 'El Show'

“Hay cosas negativas, decadentes, poco profesionales y sucias en todas las fuentes: política, deporte, cultura, economía. Pero aquí por esa discriminación nos toca cargar con todos esos estigmas”, señala Cueva.

Los periodistas de espectáculos “somos la parte discriminada”, denuncia Cueva, “los que ganan menos, los que tenemos que trabajar el triple para que nos paguen la mitad de lo que le pagan al editorialista de política”. Confiesa que a él lo desprecian por hacer crítica de televisión pero que, en programas de análisis político, cuando no tienen con qué rellenar espacios, se ponen a hablar justo de televisión.

Los estigmas que expone están vinculados con el estereotipo de que este periodismo es sólo para mujeres y poblaciones LGBT+; de modo que cuando surge una investigación sólida que tiene alcances más allá de su fuente, la historia es arrebatada y reasignada a los periodistas que cubren política, seguridad, narco o la fuente policial.

El caso Gloria Trevi en la prensa de espectáculos

Quizás la última ocasión en que se vio una cobertura de la prensa de espectáculos tratando de desmenuzar los enredos legales, buscando hablar con las víctimas y haciendo más que sacar declaraciones, fue a finales de los noventa el caso de trata vinculado a Gloria Trevi y Sergio Andrade. Aunque el tono tenía amplias áreas de oportunidad, los periodistas no cedieron la investigación a otras fuentes.


Sin embargo, la irrupción de ejecutivos de las televisoras para legislar a favor de sí mismas durante el sexenio de Felipe Calderón, no fue campo para los espectáculos. Nada de lo ocurrido en el #YoSoy132, pese a que la demanda principal estaba vinculada a regular a los medios, ocupó a la prensa de espectáculos.

La relación entre Peña Nieto y La Gaviota sí lo recogían las secciones de espectáculos, pero no las críticas a la relación del PRI con Televisa o incluso el escándalo de La Casa Blanca. A pesar de que el origen de dicha investigación es un contenido publicado en la revista Hola, revisada por el equipo de Carmen Aristegui.

Entonces, ¿para qué hacer un periodismo con miras más altas si es difícil recibir reconocimiento por él?; si no se cubre en espectáculos la relación de ese mundo con el de las notas duras, ¿qué nos queda por reportear?, ¿chismes y buenas reseñas?

“Nos hemos quedado en un pasado muy penoso y eso tiene que ver con que no ha cambiado la generación. Los conductores de los programas de espectáculos son los mismos de 1996 y los de la radio son de 1989. Hay mucha dignidad en querer morirse detrás de un micrófono, pero no se vale que sea eso lo único que haya”, apunta Cueva.

Una parodia en YouTube reabrió el debate: : la prensa rosa, que marcó el pulso del entretenimiento, enfrenta una crisis de credibilidad.
'Ventaneando' se convirtió en un referente de la prensa de espectáculos en el país | Cuartoscuro

Un mundo sin chismes

¿Cómo se vería un mundo en el que Pati Chapoy sea un recuerdo de hemeroteca?, ¿qué pondrán en la televisión para mediar entre las noticias de asesinatos, los accidentes en la carretera y baches?

“Veo influencers haciendo escándalo [en redes] pero no veo periodistas. No conozco influencers que hagan un monitoreo profesional de contenido, veo algunos viendo una escena y chismeando al respecto. No se ve por ningún lado la profesionalización del periodista de espectáculos”, dice en un tono que el mismo Cueva reconoce exagerado pero no deja de ser atinado.

Eso no quiere decir, sin embargo, que el periodismo de espectáculos vaya a morir, al menos no en sus formas. Paradójicamente, hay bastante de esa vieja forma de hacer televisión que se ha trasladado a las redes sociales. Todos esos creadores de contenido aprendieron de lo que otros hicieron en los años noventa, en los 2000 y 2010. “En esa época eran niños, aprendieron viéndolos, y lo que hacen ahora es replicar ese modelo: joderme a quien encuentre enfrente”, dice Cueva.

“Ellos no entendían que todo esto era un ejercicio de manipulación empresarial. Entonces, el resultado es que tenemos en redes sociales una muy joven generación de influencers que están replicando en el vacío un modelo que nació con fines perversos”, asegura Álvaro Cueva.

Y deja entrever algo más profundo: más allá de la plataforma en que se publican los contenidos, los dimes y diretes, ¿qué hay en esa parodia de La Cotorrisa que nos hace pensar que sí se escribió hoy y no en 1996? Aunque las fórmulas parecen gastadas hay algo que no desaparece y es la relación estrecha entre lo que parece banal y lo que llamamos importante.


Hoy la policía necesita buscar en la cultura incel para resolver casos de violencia armada en las escuelas; las campañas políticas se ganan echando mano de los influencers y la ley pocas veces puede regularlo; los corridos tumbados son la nueva música masiva, sus compositores tienen relaciones con el crimen organizado y las autoridades sólo atinan a apostar por la censura; entonces, ¿cómo puede desaparecer el periodismo que analiza todo esto?, ¿cómo apostar por dar sentido a la realidad si sólo se quiere dividir el mundo en noticias suaves y duras?

Le pregunto esto a Álvaro para cerrar nuestra conversación y sólo atina a decirme en un tono cargado de tristeza: “eres muy optimista”.

“Quien quiera esa información, la va a encontrar, así sea debajo de las piedras. Pero a la generación que hace este tipo de periodismo de espectáculos nadie le va a llorar. Al contrario, habrá una suerte de felicidad, una suerte de ‘ya nos libramos de esta porquería, ahora olvidémoslo’”.

GSC


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Luis Mendoza Ovando
  • Luis Mendoza Ovando
  • Periodista de investigación en la productora Detective y columnista en el periódico El Norte. Cuenta con una maestría en Periodismo de Investigación en Políticas Públicas por el CIDE.
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