Cultura

El torbellino Minujín

Café Madrid

‘Vivir en arte’, retrospectiva de Marta Minujín en la Galería Kurimanzutto de la Ciudad de México, invita a descubrir el legado innovador de esta artista argentina, destacada por su uso vibrante del color y su creatividad revolucionaria.

A Marta Minujín le gustaría morir haciendo un performance. Le gustaría, concretamente, juntar todas las obras que no haya vendido a lo largo de su carrera, sentarse en medio de todas ellas, prender un cerillo y, mientras el fuego avanza, ella se inyectaría cianuro y así sus cenizas acabarían mezcladas con las de sus creaciones. Todo esto, claro, transmitido en directo por televisión. Lo dijo en 2011, en el documental Construcción de un mundo, dirigido por Guillermo Costanzo. Ese año, por cierto, la popular artista argentina (es común verla por las calles de su país repartiendo autógrafos y posando para hacerse una foto con los transeúntes) deslumbró al público al montar una estructura de siete pisos forrada con 30 mil libros escritos en 54 idiomas que tituló, cómo no, Torre de Babel.

Muchos dicen que Marta Minujín está loca. Será porque se le ocurren cosas como hacer un balón de futbol de dulce de leche o una Estatua de la Libertad de hamburguesas o llevar a cabo una colecta de lágrimas para bebérselas. Su imaginación —la búsqueda del placer estético, de la acción— se asemeja a un helicóptero que no para y hace mucho ruido. En 1965 —nadie lo olvida— en el estadio de Montevideo hizo que 15 policías motorizados rodearan a 200 personas, las acorralaran en el centro de la cancha, se uniera a ellos un grupo de atletas y otro de edecanes y entonces, todos festivos y alocados por las sirenas que hacían sonar los patrulleros, se dispusieran a que un helicóptero les arrojara harina, lechugas, globos y talco. Quizá desde ese año (y hasta la fecha), muchos de los críticos se han sentido desorientados ante su arte.

“Normal no soy”, reconoce ella misma, habitante de un mundillo —el de los artistas— que no puede ser normal por definición. Ahora doña Marta —ya tiene 82 años y no está de más tratarla de doña— y su obra multicolor y estridente han llegado a la Galería Kurimanzutto de la Ciudad de México. ¿Quieren flipar? No se la pierdan.

En la galería encontrarán, por ejemplo, su famosa obra El obelisco acostado, creada en 1978 para la Bienal de São Paulo. Es una réplica del emblemático monumento de Buenos Aires, pero colocado de forma horizontal y hueco, con un largo pasillo por el que uno puede caminar y ver los videos creados por la artista. La pieza forma parte de La caída de los mitos universales, uno de sus proyectos más aplaudidos, que transforma símbolos poderosos (acostó también el Big Ben de Londres) para hacerlos accesibles a la gente. Además está su Geometría blanda, un dibujo o pintura de formas textiles entrelazadas, pintadas con rayas intensas “de reminiscencias mexicanas”, es decir, con el tecnicolor de un gabán tejido con lana de todos los colores que se puedan imaginar.

En Vivir en Arte hay colchones, color y formas desbordantes. Colchones porque la muestra incluye una selección de obras de ese material creadas por Minujín desde 2006. En realidad, los colchones han acompañado su producción desde los años sesenta del siglo pasado, cuando en París comenzó a experimentar con esculturas blandas. Fue una época en la que reutilizaba colchones encontrados en las calles cercanas a hospitales y los pintaba con patrones inspirados en las minifaldas que estaban de moda, como un aporte audaz y provocador a la revolución sexual de esa década.

Pero en la exposición también hay material de archivo que constituye un breve recorrido por su trayectoria profesional: fotografías, diagramas, recortes de diarios y revistas, así como documentos de instalación que dan cuenta, sobre todo, de la evolución de sus monumentos efímeros y participativos y de su exploración de materiales no convencionales para la mayoría de los escultores.

No sé por qué tardó tanto en llegar esta retrospectiva a México, un país que a “la Andy Warhol de Argentina” le fascina (por su arte milenario y popular y porque, cuando era jipi, vino a Cuernavaca y “fumó la mejor mariguana del mundo”). Porque la verdad es que el arte latinoamericano le debe mucho al torbellino Minujín, pues gracias a trabajos como los de ella, nuestra región se presenta como un motor de innovación y vanguardia en la escena artística internacional. Todo su arte tiene energía, humor e irreverencia, pero… tranquilos: esta vez no hay conejos vivos, como tuvo en una de sus famosas exposiciones en Nueva York, para que el visitante los lance por un tobogán.

AQ

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Víctor Núñez Jaime
  • Víctor Núñez Jaime
  • Es reportero y escritor. Sus trabajos, en todos los géneros periodísticos, se publican en los principales medios del mundo hispano. Es autor de libros como Los que llegan. Crónicas sobre la migración global (Debate) y ha sido galardonado, entre otros premios, con el Internacional de Periodismo “Mario Vargas Llosa”, el Premio a la “Excelencia Periodística” de la Sociedad Interamericana de Prensa o el “Rey de España” que otorga la Agencia EFE. Escribe en Laberinto desde hace dos décadas.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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