Cultura

Concepción Company Company: “La lengua es el ADN cultural que nos pasa por las venas”

Entrevista

La Academia Mexicana de la Lengua cumplirá 150 años el 11 de septiembre. Su directora adjunta habla, entre otras cosas, de la historia de las academias hispanoamericanas y del lenguaje incluyente.

Fundada en 1875 en la casa de su primer bibliotecario, Alejandro Arango y Escandón, la Academia Mexicana de la Lengua (AML) cumplirá 150 años el próximo 11 de septiembre. Gonzalo Celorio, director, y Concepción Company Company, directora adjunta, anunciaron las actividades que se efectuarán para conmemorar esta celebración, cuyo lema es “Siglo y medio de presencia en la vida nacional”. Celorio, Company y Adolfo Castañón, secretario, hablarán en la sesión inaugural el 2 de septiembre del pasado, el presente y el futuro de la AML. En la clausura, el 11 de septiembre, participarán a distancia Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE) y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) y Francisco Javier Pérez, secretario general de la ASALE, y presencialmente Leonardo Lomelí, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Gonzalo Celorio. Conversamos con Concepción Company Company sobre aspectos históricos y responsabilidades de la academia.

¿Hasta qué momento las academias de la lengua hispanoamericanas estuvieron subordinadas a la Real Academia Española? ¿Cuándo comenzaron a marcar su distancia?

Primero, hay que tener muy presente que las academias hispanoamericanas surgen cincuenta años después de las independencias políticas; creo que la primera fue la ecuatoriana. Cincuenta años después, se tiene muy clara la responsabilidad de crear academias que reflexionen, que analicen la lengua de ese país y acoger creadores que hagan obra en su lengua; por ejemplo, ningún autor mexicano se inventa la lengua de otro país. La lengua es un sistema genético, innato y al mismo tiempo es un sistema heredado de tradiciones, de hábitos sedimentados secularmente.

​Entonces, no se le pidió permiso a la academia de Madrid, ninguna academia le ha pedido nunca permiso. Ha habido dos hechos importantes. Primero, las primeras constituciones de las academias eran fundamentalmente de creadores: gente de literatura, algún historiador que también hacía obra literaria; después, unos cuarenta o cincuenta años después de su creación, comienzan a incorporar algún filólogo, algún historiador de la lengua (como es mi caso), lingüistas… Lo que es cierto también es que las primeras obras de gran envergadura —las gramáticas de la lengua española, los diccionarios de la lengua española— hasta el siglo XXI eran obra de Madrid porque el que paga, manda. No es que Madrid no estuviera interesado en los asuntos americanos; como digo yo, ¿por qué la Real Academia Española (RAE) va a estar interesada en el habla del Golfo de México? No, ella está interesada fundamentalmente en decidir sobre su lengua, que es la lengua del español peninsular. Es tarea nuestra asumir que tenemos la responsabilidad de conseguir los fondos, de describir bien y eso empieza a darse a finales del siglo XX y, sobre todo, a principios del siglo XXI. Las gramáticas grandes ya no son de la RAE, son de la Asociación de Academias de la Lengua Española y esa asociación tiene un coordinador que hasta ahora ha sido de España, pero somos cinco miembros de la Comisión Interacadémica de Gramática y hemos aportado muchísima información dialectal. Las academias americanas nunca le pidieron permiso a la RAE porque son producto de las independencias. Cincuenta años después de la consumación de la independencia de México en 1821 es cuando se crea la Academia Mexicana. Es labor de nosotros para que esa lengua siga viva y múltiple tenemos que hacer buenas herramientas de descripción: el Diccionario de mexicanismos, el diccionario escolar son obras cuya elaboración no fue consultada con ninguna otra academia, pero al realizarlas sí tuvimos que consultar obras de muchas otras academias. Tenemos la responsabilidad social muy alta de que hay que hacer obras desde nuestras propias instituciones; todos los que participamos pertenecemos a instituciones del país —UNAM, Colegio de México, UAM—. La primera gramática histórica de la lengua española, desde cualquier lengua romance, se hizo desde la UNAM.

Se ha dicho que la academia defiende simultáneamente la tradición y la renovación. En el primer caso está la corrección del lenguaje; hay una regla no escrita que establece que lo que el pueblo impone se queda. En el caso de la renovación, ha aparecido la cuestión del lenguaje inclusivo. ¿Puede hablar del papel de la academia en estos aspectos?

Vamos a ver. Algo que le preocupa a todos los hablantes, que no es solo asunto de las academias, es qué está mejor dicho o cómo debo hablar. Llega una pregunta a la academia que dice: “Qué está mejor dicho: ¿dijiste o dijistes?”. Lo primero que dice la academia es: ambas son gramaticales, porque en la gramática no hay ni nada bueno ni nada malo, lo único que hay son formas que están funcionando por algo; entonces, si usted está en una situación de distancia comunicativa, como decimos en lingüística, en el que al otro no lo conoce, lo mejor es que diga “dijiste”, pero si está en su casa puede decir “dijistes”. A los dos minutos vuelve el consultante y nos dice: “No, no, dígame cuál es la buena”. Lo que hace la academia después es decirle que lo correcto es “dijiste”.

Lo que hacen las academias es atender a la preocupación que anda en el ambiente. En el siglo XVIII lo que se entendía por autoridades eran autoridades de literatura, eran autoridades de filología. El Diccionario de autoridades, que es una joya, es el inicio del diccionario de la lengua española. Lo que se entiende por “autoridades” ahora no solo son esos escritores, sino también la lengua del mercado, la lengua de la banqueta, la lengua de todos los días. Como digo, los hablantes estamos obsesionados con la valoración de cómo nos va a valorar el otro a través de mi modo de hablar: si hablo bien o hablo mal, si es correcto o es incorrecto. Los hablantes tenemos una obsesión que es innata, porque la lengua lo que muestra es el ADN cultural que nos pasa por las venas y hemos heredado. Yo creo que, en general, las academias han pasado de ser prescriptivas a ser descriptivas. O sea, hemos ampliado absolutamente lo que entendemos por norma, norma también es la de la banqueta, la del mercado y lo que pasa es que tampoco tenemos la manga tan, tan, tan ancha.

Vamos a ver lo del lenguaje incluyente. Está en fase de experimentación morfológica, llevamos quince, años, veinte años, que es un suspiro para la historia de la lengua, donde están estos experimentos de desdoblamiento como “queridas”, “queridos”, más recientemente, el “querides”, etcétera. Eso la academia todavía no lo recoge; está muy consciente, tenemos las orejas muy paradas, como decimos en México, de que ahí hay unos aspectos que todavía están en fase de experimentación y habrá que dejar que el tiempo hable para ver si queda o no queda. Si queda, por supuesto las gramáticas, las ortografías, los diccionarios lo van a recoger; si no queda, pues habrá sido un experimento.

Esta celebración de los 150 años maneja como idea “Siglo y medio de presencia en la vida nacional”. Eso me lleva a la pretensión de los partidos políticos —tanto de derecha como de izquierda— de legislar sobre el manejo del lenguaje. El último caso, desde la izquierda, fue el que, por ejemplo, si un ciudadano le mentaba la madre a otro en la calle, podía ser multado o detenido; ahora está el de políticas y políticos que demandan por violencia o acoso de género u otra cosa que se les ocurra. ¿Se le pide su opinión a la academia para legislar estos casos?

Yo tengo veintiún años de académica y nunca nos han consultado para cosas que nos parecen importantes. Eso de que si insultas vas a pagar una multa, está así desde el siglo XIII. Los insultos más antiguos y más frecuentes, que han estado siempre desde el latín, son “puta” y “puto”, con todas las acepciones posibles. Desde siempre, el modo de remediar el insulto era pagando una multa no pidiendo perdón, cuya etimología es “donar”. Desde los años que llevo como académica, nunca el gobierno nos ha consultado para este asunto de los insultos. En la academia hicimos una campaña muy importante para intentar regular el paisaje lingüístico porque está todo en inglés. Proponíamos que con creatividad se pusieran letreros en español; eso no funcionó porque el comerciante piensa que va a ganar más dinero si pone “look” y “fashion” en vez de “moda” y “apariencia”. Ocasionalmente hemos sido consultados para unas controversias constitucionales entre estados para valorar algunas palabras.

En cuanto a la violencia o acoso de la que hablan ahora los políticos, yo solamente tengo una opinión en lo personal. Yo creo que eso no es un asunto de ofensa como mujer, yo creo que es un asunto de que la mujer se aprovecha de la posición concreta que tiene. En esas situaciones, hay relaciones de poder siempre; no es una cuestión de exclusión de género o de ofensa al género; como hablantes podemos empoderarnos y saber que estamos ejerciendo un poder. Es algo innato a los seres humanos.

AQ

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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