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  • El río se llevó todo: un influencer entregó víveres y tortas a los damnificados del Alamo

Alfredo fue uno de los influencers que se unió al apoyo a los damnificados de Veracruz | Especial

Luego de que el río Cazones dejó a Álamo bajo el agua, Alfredo convirtió sus redes en una línea de vida. Con tortas, botellas de agua y su celular, llevó esperanza a un pueblo adonde no llegaba nadie.

DOMINGA.– Los refrigeradores flotan como naufragios domésticos: los colchones se hincharon de agua sucia, la corriente sacó las televisiones a la calle y se llevó los coches. El olor a humedad y petróleo se mezcla con el de lodo. En las calles de Álamo, al norte de Veracruz, la escena es devastación absoluta.

A 300 kilómetros del desastre, en el puerto de Veracruz, Alfredo López Cabrera, mejor conocido como Alfredo Mochileando, un creador de contenido originario de Tamiahua, miraba impotente los videos que inundaban su celular. Veía calles convertidas en ríos, familias aferradas a los techos, mascotas rescatadas y otras amontonadas en cubetas de agua para sobrevivir.

“Yo no podía quedarme quieto”, dice en una entrevista por videollamada. “Así que abrí el teléfono, grabé un video y pedí ayuda.”
El río Cazones se desbordó a raíz de las fuertes lluvias que azotaron al estado el 10 de octubre
El río Cazones se desbordó a raíz de las fuertes lluvias que azotaron al estado el 10 de octubre | Especial

Lo que comenzó como un punto de acopio improvisado afuera de un supermercado se transformó, en menos de 24 horas, en una red de solidaridad digital. Junto con otro influencer, Ever Arano Flores, El Patrón Jarocho, compró bolillos, jamón, mayonesa y botellas de agua. Entre amigos, seguidores y desconocidos reunieron víveres para mil personas: con eso llevaron mil tortas y mil botellas de agua, con los que Alfredo se lanzó hasta la zona de desastre.

Álamo es uno de los municipios veracruzanos más pobres y afectados por la tormenta Raymond, seguido por Priscila. La noche del 10 de octubre, las lluvias se intensificaron hasta provocar la tragedia. Una herida abierta en la que, mientras escribo esta historia, se cuentan 30 muertos y 18 desaparecidos.

Según datos oficiales, una de cada cuatro viviendas habitadas quedó aquí bajo el agua. En este municipio, hay 7 mil 500 habitadas (Inegi) y 63.4% vive en la pobreza (Coneval). Los primeros reportes eran ya alarmantes. Laura Velázquez Alzúa, coordinadora nacional de Protección Civil, informaba de “una afectación preliminar de 5 mil viviendas en Álamo, además de corrientes desbordadas, vías alternas con derrumbes y deslizamientos de laderas”.

Durante tres días, el río Cazones desbordó su cauce hasta borrar sus límites. En algunos puntos el agua alcanzó siete metros de altura. En unas casas faltaron apenas 70 centímetros para cubrirlo todo; en otras, el primer piso desapareció y el segundo quedó sumergido hasta la mitad. Lo peor es que el río no sólo llevaba agua.

Algunas casas quedaron cubiertas completamente bajo el agua
Algunas casas quedaron cubiertas completamente bajo el agua | Especial

Un influencer en la tormenta lleva tortas y ayuda

Alfredo Mochileando es un influencer que suele hacer contenido en el que promociona el turismo a Tamiahua, en la Huasteca Alta de Veracruz, y de su negocio en el que vende productos chinos. Cuando salió del Sam’s se dio cuenta de que el coche de su amigo Ever era insuficiente para transportarlo todo.

Entonces apareció la solidaridad: el negocio de alquiler de camionetas Viejo PonYep les prestó una pick-up y donó la gasolina para que pudieran llegar. Cargaron la camioneta y salieron rumbo a Álamo. En el trayecto se unió Gabriel Aguilar porque, como dice Alfredo, “de otra forma, hubiera sido una misión imposible”. En la última caseta, llamada la de Casa Antigua, preguntaron si podían pasar sin pagar, pues llevaban ayuda humanitaria. La respuesta fue tan absurda como dolorosa: “Sólo si traen una lona del Ayuntamiento.”

@alfredomochileando

Así está álamo después de las inundaciones ????

♬ sonido original - AlfredoMochileando


“Parece que hasta la ayuda tiene dueño
”, dice Alfredo, sobre cómo algunas autoridades locales pretendían lucrar con el esfuerzo civil.

Llegaron a Álamo de madrugada. Conforme avanzaban, el amanecer revelaba los estragos, el paisaje parecía sacado de una película apocalíptica o bélica: casas convertidas en ruinas y un silencio espeso. No había luz, ni agua, ni señal.

En el trayecto, la hermana de Alfredo intentó detenerlo: corrían rumores entre conocidos y redes sociales de secuestros y robos a quienes transportaban víveres. Aun así, decidieron continuar su camino. Su familia quedaba al pendiente de noticias suyas durante las horas en las que se quedaba sin señal “Ya habíamos prometido ayudar. No íbamos a echarlo atrás”, dice Alfredo, de 31 años, quien estudió la carrera de Ingeniería Electrónica. “Nunca me titulé, siempre me dediqué al comercio”.

Entraron al municipio sin más contratiempo que el cobro de casetas. Entregaron cada uno de los bolillos y las mil botellas de agua. En una casa semidestruida del centro conocieron a Juan Javier Roldán, un habitante que les compartió su señal de internet satelital para poder comunicarse con el exterior. Roldán, excandidato del PRI por ese municipio y sobreviviente de un atentado el año pasado, describió el panorama:

“La situación es de colapso total: económico, comercial y de seguridad. No hay colonia que no se haya inundado. En todas, la primera planta se tapó. No hay dónde comprar algo. Hay comunidades donde, hasta este lunes 13 de octubre, la ayuda aún no llega. Acá en el centro, el gobierno no ha venido.”

Mario y Mari, una pareja local, se sumaron sin pensarlo. Amasaron esperanza en pan. Las tortas viajaron en motos hacia comunidades olvidadas como Reforma, Tumbadero y Buenavista, donde el agua había borrado los caminos y era impensable transitar en vehículos. Después llegaron más voluntarios. “Nos pusimos a hacer otras 800 tortas”, cuenta Alfredo.

“Cada una era una forma de decirle a la gente: no están solos.” Muchas casas eran de barro. Después del agua, sólo quedó el rectángulo de tierra donde alguna vez se levantaron. “Fuimos a un lugar con unas 100 casas; sólo siete tenían dos pisos. Cuando el agua empezó a subir, todos corrieron a esas siete casas. No sé cómo cupieron pero gracias a Dios que lo lograron, si no, habría cientos de muertos”.
Decenas de personas perdieron negocios, hogares y pertenencias tras el desbordamiento del río
Decenas de personas perdieron negocios, hogares y pertenencias tras el desbordamiento del río | Especial

En cada esquina de Álamo, historias de pérdida

Después el escenario era devastación: barro endurecido en las paredes, techos colapsados, ropa tendida al sol intentando rescatarla del lodo, sobre todo de los comerciantes que la vendían, intentando recuperar algo de su mercancía.

Santos Miguel Cruz, con la mirada perdida, dijo al influencer frente a su cámara: “A mi casa sólo le faltaron 70 centímetros para taparse toda. No me quedó nada. Ni sillas, ni colchones. Pero no le echamos la culpa a Dios. Fue la naturaleza. Dios no quiere que estemos así.” Pese a la pérdida, antes que pedir más ayuda, Santos agradeció: “Gracias a todos. Vino gente de Huatusco, Naranjos, Tihuatlán… de otros poblados que están en lo alto.” Y concluyó con resignación: “Perdimos todo. Nos llevó la fregada.”

En la comunidad de Barranquita vive un costurero que perdió su taller después de 25 años de trabajo. Lo más doloroso, contaba con la voz quebrada y el lodo hasta las rodillas, no era haber perdido las máquinas o la tela –eso ya estaba asumido–, sino la exigencia de su arrendatario de entregar el local “en buenas condiciones”. Entre el barro y los escombros, esa frase suena a burla.

Alfredo pudo decirle a una familia de consuelo: “al final son cosas materiales, lo bueno es que están vivos”. Pero un hombre le respondió: “Pues no. Acabamos de enterrar a mi hermano’”. El hombre había muerto intoxicado al tragar agua del río desbordado. “El cauce no sólo traía lodo, traía chapo, así se le llama aquí a los residuos del petróleo. Olía a eso. A chapo.” La red de ductos de Pemex atraviesa buena parte del norte de Veracruz. Algunos pasan muy cerca de Álamo.

Como en muchos pueblos del norte de Veracruz, casi nadie tenía asegurado su auto. Los vehículos también fueron pérdida total. “Ahí te das cuenta de cuánto nos necesitamos los unos a los otros”, dice Alfredo Mochileando. En medio del desastre, comprendió lo esencial: el dinero no sirve cuando no hay tiendas, ni calles, ni electricidad. “¿De qué te sirve el dinero si no hay dónde comprar?”, se pregunta.

Algunas mujeres se acercaban para pedirle bolsas de harina de maíz para hacer tortillas, porque ni eso se conseguía. Madres recorrían las calles gritando, buscando medicamentos, como Tempra, para bajar la fiebre de sus bebés. Un anciano le rogó por la insulina. Otro, por la pastilla de la presión que no había tomado en días. Y en esta comunidad, cuya principal fuente económica es el cultivo de la naranja, hasta con eso arrasó el río Cazones.

En el camino de regreso, Alfredo y su equipo se toparon con un convoy de soldados. Les ofrecieron tortas. Los militares casi se las arrebataron devorándolas con las manos. “No tengo idea de cuánto tiempo los habían dejado ahí sin comer –recuerda Alfredo–, pero le pegaban unas mordidas con desesperación”.

La historia que se repite en Veracruz

Una madrugada de octubre también, pero hace 26 años, en 1999, las aguas arrasaron con todo en el norte de Veracruz. El saldo fue de 384 víctimas fatales, más de 450 mil damnificados y comunidades enteras borradas del mapa. Entonces los daños fueron devastadores: cultivos perdidos, ganado muerto, carreteras y puentes destruidos, pueblos incomunicados.

Ahora mientras los censos avanzan y las cifras se acumulan, la verdadera ayuda a esta zona llegó antes por redes sociales que por los canales oficiales. Influencers, amigos y ciudadanos comunes llenaron los vacíos que dejaron los que gobiernan. Con un celular y una cámara, llevaron esperanza donde otros no alcanzaron.

“A lo mejor muchos piensan: ‘lo que hagas con tu mano derecha, que no lo sepa la izquierda’. Pero si no muestro lo que pasa, nadie lo ve. Y si nadie lo ve, nadie ayuda”, dice el influencer.

En un pueblo donde todo quedó bajo el agua, la esperanza y la solidaridad fue lo único que no se hundió.

GSC/ASG



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Claudia Solera
  • Claudia Solera
  • Periodista de investigaciones especiales desde hace 16 años en medios nacionales e internacionales. Premio Roche 2020 de Periodismo en Salud. Periodista por la Universidad de los Andes de Colombia.
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