Isabela nació demasiado pronto. Veintisiete semanas de gestación, poco menos de siete meses. Nació en un hospital de Arizona con una malformación congénita. Demasiado pronto y sólo con un pulmón. La hernia diafragmática desplazó los órganos del abdomen hacia la cavidad torácica e impidió el desarrollo de unos de sus pulmones. En el Hospital de Arizona la incubaron y le dijeron a sus papás que no había nada que hacer, más que intubarla ... y esperar.
Su condición social agravó la situación médica. Apenas había nacido cuando su padre fue detenido por agentes migratorios de Estados Unidos y deportado a México. Su madre permaneció con ella, confinadas ambas en un cuarto de hospital durante cuatro meses, luchando por salvarle la vida y temiendo que, si salía, también fuera deportada.
A su ingreso a territorio nacional, el padre recibió la tarjeta Bienestar Paisano, como parte de la estrategia México te abraza, que apoya a los mexicanos repatriados para gastos de traslado y facilita el acceso a programas sociales y de salud. Así pudo trasladarse a La Paz, en Baja California Sur. Gracias al decreto de la presidenta Claudia Sheinbaum, el papá de Isabela estaba dado de alta en el IMSS al igual que 75 mil 137 paisanos que han sido deportados a nuestro país. Por eso Isabela pudo ser registrada en el IMSS como beneficiaria. Por eso el IMSS coordinó con el consulado mexicano en Arizona el traslado inmediato de la madre y su hija en ambulancia aérea. La bebé viajó en incubadora, con ventilador y dificultades en la saturación de oxígeno.
Llegando a México fue atendida por el equipo de la Unidad Médica de Alta Especialidad, Hospital de Pediatría, del Centro Médico Nacional de Occidente, en Guadalajara. Gracias a ello, no se presentaron complicaciones durante el traslado ni a su arribo a la Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica. Cuando llegaron, la pequeña necesitaba algo más que oxígeno. Necesitaba una oportunidad vital. Y la encontró.
El equipo médico actuó con urgencia, ternura y vocación. Se agilizaron los trámites, se organizó un equipo quirúrgico y en pocos días fue intervenida. Le corrigieron la hernia y, quince días después, una segunda cirugía le devolvió la posibilidad de respirar libremente.
Detrás de esa primera respiración en libertad late el corazón del humanismo mexicano, fielmente reflejado a través del personal consular, de los técnicos que realizaron el traslado, del personal médico y de enfermería que la atendieron con una convicción profunda: México no abandona a los suyos.
Historias como la de Isabela son las que dan sentido a lo que hacemos: la medicina convertida en puente y la solidaridad hecha respiración. Sobre todo en los momentos más difíciles.
En Estados Unidos, su madre estuvo sola. En nuestro país tuvo protección inmediata y cuidados bajo las alas de una institución que está siempre donde más se necesita: el Instituto Mexicano del Seguro Social.
Hoy Isabela permanece estable. Juega con los dedos de su madre, sonríe, respira sin ayuda. En cada inhalación suya hay un recordatorio para todos nuestros paisanos en el extranjero: México te abraza.