Hay oficios invisibles hasta que la vida depende de ellos. En todos los hospitales hay camilleros, pero en el IMSS en particular, se trata de una fuerza permanente que carga al país con sus brazos. No exagero. En el Seguro Social, ocho mil seiscientos camilleros realizan más de doscientas mil movilizaciones cada día. Van y vienen de quirófanos, de urgencias, de terapia intensiva. Suben y bajan. Si tomamos como referencia un estudio que dice que, en promedio los mexicanos pesamos 71 kilos y sumamos el peso de todos esos traslados, son más de mil cuatrocientas toneladas diarias lo que entre todos están cargando. Pero no solo es el peso corporal lo que ellos cargan. Cargan también angustias, miedos, esperanzas y alivios.
El pasado miércoles los celebramos, por primera vez, en una ceremonia que el IMSS les debía. La categoría laboral es reciente —formalmente existe desde 2012—, pero la historia de su oficio es tan antigua como la medicina. Los primeros registros son del año 900 antes de Cristo, cuando ya había hombres que trasladaban a los enfermos en una suerte de hamacas. Y luego, en cada guerra, en cada epidemia o desastre, siempre hubo alguien que supo mover a otro sin lastimarlo ni dejarlo caer.
Ser camillero del IMSS es eso: sostener en movimiento. Y hacerlo miles de veces al día, con el peso del dolor ajeno, tratando a los pacientes como nos gustaría que nos trataran si estuviéramos en su lugar. Con el dominio de las técnicas y el conocimiento del peso, de los ángulos, de la mecánica corporal, pero también de la empatía y de la calidez humana. Son ellos el primer contacto con la vulnerabilidad de un paciente y muchas veces también, quien los despide antes de irse de alta.
Los he visto en los momentos más difíciles: en medio de la pandemia, tras el huracán Otis en Acapulco, en el incendio del Puente de la Concordia en Iztapalapa, en la reciente inundación en Poza Rica, o en Xicotepec, en el Hospital de La Ceiba. Siempre fuertes, siempre sabiendo cuál es su deber.
Uno de ellos, Antonio de la O, es camillero en Lerdo de Tejada, Veracruz. Y debía recibir su reconocimiento en este día simbólico, pero nos dijo: “Ahí me saludan, me mandan mi diploma, yo tengo que quedarme a hacer la labor”. Y esa frase vale más que cualquier distinción que podamos otorgarle.
Por eso, cuando me preguntan por qué el IMSS celebra por primera vez el Día del Camillero, la respuesta es sencilla: porque lo que no se pronuncia no existe. Y porque hay que mirar a quienes cargan al país para entender de qué está hecho el Seguro Social. No solo de médicos y enfermeras, sino de una inmensa cadena de manos que sostienen, trasladan y acompañan, de un ejército silencioso de camilleros que repiten sin decirlo: “Tu seguridad es parte de mi misión”.
Mientras escribo. Frente a la emergencia derivada de las lluvias, del 11 al 19 de octubre, el IMSS ha brindado más de 45 mil consultas, aplicado más de 55 mil vacunas, atendido a más de mil pacientes hospitalizados, con 114 unidades móviles, entre unidades médicas, ambulancias, camionetas de alto rodaje y vehículos de traslado, y desplegado 71 brigadas integradas por profesionales de la salud en los estados de Veracruz, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo. El IMSS está presente donde más se necesita, atendiendo en todo momento el mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, para que nadie se quede atrás.