Una filósofa y mística francesa, quien murió a los 34 años, dejando escritos esenciales sobre la atención, la fragilidad humana y el peso del mundo; considerada por Albert Camus como “el único gran espíritu de nuestro tiempo”. Otra superestrella catalana que convierte cada disco en un artefacto cultural. Y una institución pública de seguridad social con 82 años de existencia que atiende a más de la mitad de la población mexicana.
¿Qué tienen en común Simone Weil, la Rosalía y el IMSS? A primera vista, nada.
Pero si uno mira con cuidado, esas tres orillas se tocan en un punto preciso: la idea de la gracia.
Rosalía acaba de publicar LUX, un disco luminoso donde aparece una frase de Simone Weil: “El amor no es consuelo, es luz”. No es un guiño intelectual, sino una declaración de intenciones. Weil —obrera de fábrica, mística, militante de la Resistencia— creía que la atención profunda era la forma más pura del amor. Que atender es vaciarse de uno mismo para que el otro exista.
Esa idea recorre el disco de Rosalía. En una de sus canciones un verso dice: “Contigo la gravedad es graciosa y la gracia es grave”. Es una frase que podría colgarse en cualquier hospital sin que nadie sospeche que la escribió una estrella pop: alivia el peso sin banalizarlo.
Y ese mismo propósito nos hemos fijado en el IMSS.
Esta semana celebramos a las Técnicas y Técnicos en Atención y Orientación al Derechohabiente, en su mayoría mujeres, que por décadas han sido el primer rostro del IMSS. Su trabajo es decisivo. Orientan, escuchan y acompañan en los momentos más adversos a los pacientes y a sus familias.
En el marco de su 48 aniversario les dimos una nueva encomienda: ser Agentes de Trato Digno, porque la presidenta Claudia Sheinbaum nos pidió que la atención en el IMSS empiece por la persona y no por el procedimiento. Porque hay gestos que pueden sanar y palabras o malos tratos que dañan irreversiblemente.
Presentamos un Decálogo del Trato Digno, porque estamos convencidos de que, en cada saludo, en cada explicación amable, en cada nombre pronunciado con cuidado, ocurre un pequeño milagro que sostiene la dignidad. Y presentamos también herramientas para medir resultados: un tablero virtual de quejas y Comités de Trato Digno.
Hablando de la nueva estrategia —que ahora se replicará a través de nuestros 2 mil 41 Agentes de Trato Digno en mil 83 módulos en todo el país—, les compartí una historia que me llegó desde Oaxaca. Una madre acudió de noche a un hospital con su hijo de cuatro años, con apendicitis. El cirujano tenía otra cirugía programada y había que esperar. Pero Martha, Agente de Trato Digno, entendió la urgencia. Insistió. Esperó. Se quedó. Y logró que el cirujano volviera. A las once de la noche, cuando el médico regresó, ahí estaba ella. También cuando la cirugía terminó.
A veces la gracia desciende así: sin luz, sin música, sin filosofía; solo con una mujer que decide no irse a casa sin haber cumplido su misión. “La gracia desciende cuando la gravedad se vuelve insoportable”, escribió Simone Weil. Eso pasó en Oaxaca. Eso pasa todos los días en el IMSS, cuando el personal trata a los demás con empatía y paciencia.
Hay libros que despiertan, discos que iluminan y gestos que salvan. Y en esa intersección improbable entre una filósofa, una cantante y una institución tan grande como el IMSS, hay algo que vale la pena defender: la dignidad como una forma de articular el mundo.