En 1959, los países miembros de la Organización Mundial de la Salud firmaron una resolución para comprometer recursos y colaboración para erradicar la viruela. Diez años después, la viruela mataba a más de 2 millones de personas al año. Quedaba claro que firmar no significa siempre resolver.
Hasta 1967, cuando la OMS lanzó el Programa Intensificado de Erradicación de la Viruela, la historia cambió. Para 1980, solo 13 años después, se anunciaba su erradicación oficial.
¿Qué hizo la diferencia? La combinación entre ciencia, estrategia y colaboración. Para 1967 más de 150 países trabajaban juntos: compartiendo datos, estandarizando métodos y coordinando campañas.
Hace casi 30 años se aprobaron las terapias antirretrovirales combinadas, capaces de suprimir la replicación del VIH hasta volverla indetectable. Hoy sabemos que “indetectable es igual a intransmisible”. En 2012 apareció un segundo camino: la profilaxis pre-exposición, la PrEP.
La ciencia había hecho su parte, pero la epidemia siguió activa. Aún hoy hay personas que mueren por enfermedades asociadas al Sida y el virus se sigue transmitiendo.
La razón es dolorosa, pero evidente: mientras la viruela encontró un mundo dispuesto a colaborar, el VIH encontró uno dispuesto a discriminar. Nació con la carga del estigma, con la idea —cruel e infundada— de que quien enfermaba era responsable de su enfermedad.
Ese estigma se manifiesta en la atención cotidiana, cuando alguien recibe un trato indigno por su orientación o prácticas sexuales. Pero también aparece en los sistemas, cuando las instituciones tardan en cambiar procesos o herramientas que podrían hacer más ágil y humana la respuesta.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha planteado una necesidad central para el sector salud: integración, coordinación y diálogo. Bajo esa visión, en el marco del Día Mundial del Sida, firmamos un Acuerdo Sectorial que impulsa el acceso universal a la PrEP, garantiza la continuidad asistencial para las personas que viven con VIH, y establece una plataforma única de registro y seguimiento para la estrategia de PrEP y PEP, entre otras acciones relevantes.
Esta conmemoración es también un acto de justicia. Lo dijo Carlos Monsiváis: “lo más difícil de conseguir en la sociedad es que incorpore al VIH en su horizonte de conversación, preocupación y ocupación”. Hoy avanzamos en esa dirección.
En el IMSS iniciamos este camino desde antes. Fuimos la primera institución pública en ofrecer PrEP en México, en 2021. Empezamos en 140 unidades de segundo y tercer nivel, y este año llegamos a 460 unidades prescriptoras, 320 de ellas en el primer nivel de atención.
Ahora daremos un paso más: la PrEP Plus. Un modelo integral que incluye vacunación contra hepatitis B y contra el VPH; la incorporación de DoxyPEP para prevenir infecciones de transmisión sexual; y la ampliación de su disponibilidad en 320 Unidades de Medicina Familiar y 81 hospitales rurales, para alcanzar una cobertura en 861 unidades médicas.
Además de fortalecer la prevención, la detección, el tratamiento y la capacitación nos hemos fijado un horizonte claro: que el IMSS sea, sin ninguna duda, una institución libre de homofobia; que garantice el pleno respeto a los derechos humanos y erradique cualquier forma de discriminación.
La ciencia puede frenar un virus. Pero solo la dignidad puede sanar una sociedad.
Mientras escribo. La Presidenta nos ha convocado a encontrarnos este sábado 6 de diciembre a las 10 de la mañana en el Zócalo de la Ciudad de México. Hay muchas razones para hacerlo: celebrar el séptimo aniversario del inicio de la cuarta transformación, hacer un recuento de cómo ha cambiado el país en estos años y, sobre todo, dejar claro que en México, el pueblo manda. Todas, todos y todes estamos invitados. ¡Allá nos vemos!