
En medios tradicionales no se toca el tema. Algunas voces opositoras al proyecto gobernante lo mencionan de vez en cuando, sobre todo
cuando quieren criticar la designación de alguno u otro de los comisionados. La cuestión es que Morena, a través de su Consejo Nacional, encomendó a una veintena de personas redactar el Proyecto de Nación 2024-2030.
Entre estos redactores hay figuras reconocibles por su cercanía de años con el movimiento obradorista: Pedro Miguel, Paco Ignacio Taibo II, Paloma Saiz, Rafael Barajas El Fisgón, Lorenzo Meyer, Consuelo Sánchez, Héctor Díaz Polanco —y ahí detengo la lista, que de ninguna manera es exhaustiva. También hay titulares y ex titulares de altas carteras del gobierno federal: la ministra Olga Sánchez Cordero, la tesorera de la Federación, Elvira Concheiro, y el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, por poner algunos ejemplos. Otras venimos de la academia o de las artes, como Ana Francis Mor, Violeta Núñez y una servidora.
La tarea confiada a los comisionados es la de recolectar las propuestas, preocupaciones y opiniones de la ciudadanía —es decir: del pueblo— en torno a los problemas prioritarios para la nación, de modo que el documento sirva como una guía para quien gobierne el próximo sexenio y que, como sabemos, tiene altísimas probabilidades de ser el candidato o candidata de Morena.
Los temas están agrupados en cuatro grandes bloques, cuyos nombres evocan conceptos distintivos del proyecto obradorista: “Por un México de Paz y Democracia” (donde se tratan temas de seguridad, paz y justicia, combate a la corrupción, reforma del Estado y relaciones exteriores); “En Defensa del Estado de Bienestar” (donde se toca lo relativo a trabajo, ciencia, tecnología y humanismo, bienestar social, soberanía energética y economía); “En Defensa de Nuestra Tierra” (que agrupa los temas de pueblos originarios, medio ambiente, campo y autosuficiencia alimentaria), y “Hacia un Renacimiento Mexicano” (donde se tratan los temas de medios de comunicación, arte y cultura, juventudes; salud, educación, feminismos y diversidad sexual).
Los responsables de cada uno de estos 19 ejes temáticos organizan foros en los que los ponentes son personas cercanas a la materia: algunos de ellos servidores públicos, legisladoras, expertos independientes, dirigentes de organizaciones, activistas, representantes de comunidades indígenas, etc. Los foros son abiertos al público general —es decir, no son exclusivos para la militancia— y se pueden seguir presencialmente o en línea.
Además de los foros, se organizan conferencias y, al cierre de cada bloque temático, se lleva a cabo una consulta ciudadana en la que la gente vota a favor o en contra de las propuestas más representativas que se lograron condensar en una serie —necesariamente breve— de preguntas.
La logística de esta enorme labor está a cargo de una coordinación especial del Consejo Nacional de Morena, encabezada por el doctor Álvaro Bracamonte, y del Instituto Nacional de Formación Política, a cargo de Rafael Barajas. El formato general de las presentaciones es abordar una evaluación de lo que se ha logrado en cada materia en el sexenio actual y las tareas que quedan por completar en el siguiente. Es, pues, necesariamente un ejercicio de reconocimiento y de autocrítica.
La empresa es encomiable, y tiene retos y virtudes. Empezaré por describir los primeros. El más obvio es el de la difusión: no hay difusión en medios tradicionales ni en los formatos tradicionales. Nuestra cultura política —que poco a poco va cambiando— nos ha acostumbrado a que la participación democrática se restrinja a las elecciones, y que la difusión se realice mediante spots, carteles y bardas pintadas. Con nada de eso cuenta este ejercicio. Tampoco puede apoyarse en el medio de comunicación más eficiente entre simpatizantes del obradorismo, que es la conferencia matutina del Presidente, pues al ser una actividad partidista, el Ejecutivo está imposibilitado para publicitarla.
Así, la difusión de los foros, conferencias y consultas ha corrido por las redes sociales, por los órganos de comunicación del partido y por el infalible método de boca en boca. Con solo eso se ha logrado una convocatoria numerosa. Hasta ahora, en las actividades de apenas el primer bloque temático participaron, tanto presencial como virtualmente, más de 150 mil personas, y durante la consulta nacional del domingo 16 de julio se recolectaron más de 56 mil boletas
en más de 300 mesas receptoras en
México y Estados Unidos. Para la consulta de este domingo 30 de julio se espera que la participación alcance unas 80 mil personas.
El segundo reto es el contenido del documento meta. ¿Cómo recoger cada una de las propuestas, la mayoría de ellas sensatas, concretas, informadas, en un documento que por necesidad deberá delinear planteamientos generales sin entrar en lineamientos demasiado específicos? ¿Cómo garantizar que las voces de todos sean tomadas en cuenta? El tiempo apremia, pues el documento debe estar completo en noviembre, y quien resulte coordinador o coordinadora de la Defensa de la Transformación deberá firmarlo antes de comenzar la precampaña.
Por otro lado, la propuesta de elaborar un Proyecto de Nación colectivo reviste obvias virtudes. Es la primera vez que se considera a la ciudadanía para la elaboración de esta suerte de “carta de navegación” —como la llama el doctor Lorenzo Meyer— que se propondrá a quienes asuman cargos ejecutivos tras la próxima elección. En los hechos, acota Meyer, se podrá o no tomar en cuenta, pero la creación colectiva de un horizonte utópico de lo que queremos como nación es suficientemente interesante para que todo el esfuerzo valga la pena. Otra ventaja del ejercicio, si acaso más coyuntural, es que, en medio de la contienda interna que se lleva a cabo en el partido, hace falta un llamado a la unidad desde lo constructivo. No basta con tener un adversario externo para concitar unidad al interior de un movimiento: además hay que animar a la gente a construir el país que orgullosamente llama suyo.