Hace algunas décadas, John F. Kennedy lo dijo con todas sus letras: “El éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano”. Se basó en aquello que Napoleón acuñó, según la historia: “La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana”.
Hace días comenzó la justa olímpica de Tokio 2020, sin público y en medio de la pandemia. Esas son las variantes, porque en el medallero no hay gran novedad, con Estados Unidos, China a la cabeza; mientras la delegación de México solo lleva la pobre cosecha de 3 bronces, además de varios cuartos lugares y esperanzas rotas.
Como era de esperarse, abundan las críticas en todos los niveles y el común denominador es la palabra “fracaso”.
Pero tanto los críticos que conocen del deporte, como aquellos aficionados de sofá, podrían tal vez echar un ojo a las causas y no atribuir la escasez de medallas a un mal desempeño de los atletas.
Vivimos en un país que nunca se ha caracterizado por su apoyo al deporte, los organismos deportivos son dirigidos como dependencias políticas, plagados de corrupción y donde salvo contadas excepciones, abundan los improvisados: funcionarios que nunca hicieron deporte o deportistas que nunca habían sido funcionarios.
Es cierto, México no está en camino de lograr las 10 medallas que prometió Ana Guevara, pero el deportista no fracasa solo.
Fracasan los directivos, aquellos que rasguñan los recursos que van bajando escalón por escalón hasta los deportistas. Aquellos que vieron partir a los mejores entrenadores de cada una de las disciplinas y no los retienen, como aquellos que no generan la infraestructura para los deportistas de alto rendimiento. Aquellos que no soportarían una rendición de cuentas.
Fracasan las escuelas, aquellas que no inculcan en deporte y convierten la clase de educación física en un segundo recreo, quedando lejos, muy lejos de descubrir talento desde temprana edad, como lo hacen naciones como China o Estados Unidos.
El deportista no fracasa solo, también lo hacen los políticos que solo los conocen para tomarse la foto con ellos cuando consiguen medallas. Aquellos que olvidan que el deporte fomenta la disciplina, la salud mental y física. Donde hay deporte no hay drogas y no se descompone el tan trillado “tejido social”. En fin.
Víctor Martínez