El futbol es parte importante de la identidad en muchas ciudades del mundo. Gracias a éste, podemos ubicar en el mapa distintas poblaciones que desconoceríamos de no ser por el balón. No se puede concebir a Dortmund sin el Borussia; a Buenos Aires sin River o Boca; o a Monterrey sin su clásico regio. Tampoco podemos pensar en La Laguna sin citar al Santos.
El Santos representa un elemento de cohesión para la joven identidad lagunera. Además de la abundante gastronomía regional; algunos sincretismos arquitectónicos de principios del siglo XX; y una que otra expresión peculiar, es difícil imaginar un punto de encuentro más grande que el club. Fuera del estadio no hay eventos públicos que reúnan a más de 25 mil personas ni consensos eufóricos tan grandes como lo que provoca un gol.
Si bien, el futbol puede resultar algo banal para sus detractores, es la simpleza misma del juego la que promueve la fidelidad de las masas. Acudir a un espectáculo colectivo a observar, sentir y gritar resulta una terapia conveniente para combatir la complejidad de la rutina. Por eso el Corona viejo se convirtió en un templo para miles de fieles y dejó una huella imborrable en la memoria futbolera del país.
El equipo es un referente gracias a su carisma y a su historia joven, pero a la vez ganadora. Pocos productos laguneros han tenido el alcance del club fuera de nuestras fronteras y es que al abordar temas de patrimonio tangible e intangible, es indudable que el deporte ocupa un lugar privilegiado en cualquier sociedad.
Por un lado, el Santos unifica el discurso regional de La Laguna rompiendo divisiones invisibles entre municipios o estados; por otro, el club representa a la comarca en latitudes lejanas y posiciona una especie de marca regionalista con la que muchos laguneros y laguneras se identifican.
Los aniversarios son buenos momentos para detenerse a recordar y celebrar. Ahora toca pensar en el fenómeno social del futbol y cantarle las mañanitas al equipo de todos.
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Además de los lonches de adobada, la reliquia, la discada, el agua celis y el sotol, además de los murales de Raúl Esparza, los pasos de Pilar Rioja y los textos de Enriqueta Ochoa o Magdalena Mondragón, además de la cumbia lagunera de los Chicos de Barrio o Tropicalísimo Apache, en el imaginario lagunero están los goles de Borgetti, los centros del Pony Ruiz y las atajadas de José Miguel.