Política

El Sheriff de las Bocinas

  • Me hierve el buche
  • El Sheriff de las Bocinas
  • Teresa Vilis

En este estado donde el crimen no necesita pasamontañas porque goza de uniforme o notaría, donde el dolor tiene nombre de colonia popular y las estadísticas son el único lenguaje de consuelo, se ha declarado una cruzada. No contra la impunidad rampante, ni contra la trata, ni contra el desvío institucional del duelo. La nueva guerra es contra el corrido. Sí, estamos todos locos… pero los políticos más.

Entonces entra en escena El Sheriff de las Bocinas, versión local de moralidad itinerante. Hombre de verbo combativo y oído selectivo, que se indigna más por una tuba que por una fosa clandestina. Mientras el crimen organizado actúa con disciplina empresarial, El Sheriff de las Bocinas se aboca a corregir el repertorio musical del pueblo. Prohíbe, regaña, reforma. Él no toca la realidad, la edita.

Los narcocorridos, por supuesto, no nacieron en cúpulas de conservatorios. Nacieron donde el Estado se ausentó sin disculparse: en la precariedad, la violencia estructural, la admiración resignada al poder armado. Son expresión, no causa; síntoma, no epidemia. Criminalizarlos es condenar al espejo por reflejar la herida.

La política necesita espectáculo, y nada más vistoso que censurar una canción mientras se omite una investigación. El Sheriff de las Bocinas entiende el guión: mientras se veten intérpretes, no se revisan complicidades. Mientras se simule firmeza con micrófonos, se puede evitar el barro de los hechos. No es que combata al crimen: lo estiliza. Le da forma de reforma. De postura. De show.

En este guión también figuran los alcaldes: los que firman cartas compromiso y luego se escandalizan cuando suena lo que siempre ha sonado. A ellos también se les pide cuentas, pero no por la violencia en sus municipios, sino por lo que se cantó en el escenario.

No faltarán quienes aplaudan la cruzada sonora, confundiendo la estética con la ética. Eliminar los sonidos del narco no borra sus efectos. Las madres rastreadoras no dejarán de buscar a sus hijos solo porque una letra dejó de escucharse en las Fiestas de Octubre. La violencia no se desvanece bajándole el volumen, ni se extingue con el fade out de una canción.

El corrido incomoda porque cuenta lo que otros prefieren callar. Porque en un país donde los expedientes se archivan por decenas y los delitos se administran según el calendario electoral, una canción puede ser más verdadera que un informe de gobierno.

La censura, tan vieja como la moral de escaparate, vuelve disfrazada de estrategia. Culpar a los músicos es más fácil que responder a las ausencias. El Sheriff de las Bocinas no silencia la violencia. Solo le baja el volumen a su banda sonora para no tener que oír lo que todos los demás ya están gritando. Sí, estamos todos locos… pero los políticos más. ¡Me hierve el buche!


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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