Política

Flotilla detenida, paz en espera para Gaza

La noticia no es que Israel haya interceptado una flotilla rumbo a Gaza; eso ya lo hemos visto. La noticia es cómo lo hizo, cuándo lo hizo y qué imágenes circulan ahora mismo: videos de activistas que hablan de “secuestro” en alta mar, mensajes de auxilio grabados desde cubiertas estrechas, y listas en progreso de personas trasladadas para deportación.

La Global Sumud Flotilla—más de cuarenta embarcaciones y alrededor de quinientas personas de distintas nacionalidades—fue detenida a decenas de millas náuticas de la costa. Varias naves fueron redirigidas a puertos israelíes; en otras aún se reportaban maniobras de hostigamiento y bloqueo de comunicaciones. La marina asegura que todos están “seguros” y que la ayuda será canalizada por rutas “autorizadas”. Los organizadores contestan que el punto era romper el cerco, no entregar cajas bajo supervisión del propio cerco. 

El timing es lo que descoloca. Hace dos días, Benjamín Netanyahu dijo sí—con reservas— al marco de alto el fuego que Washington presentó como salida para liberar rehenes y detener la guerra. Se trataba de enviar una señal de desescalada. Interceptar ahora una flotilla civil muy lejos de la costa no solo compite con ese gesto; lo contradice. Israel afirma que la seguridad exige un bloqueo naval pleno, incluida la interdicción en alta mar.

Pero si al mismo tiempo se busca credibilidad para un acuerdo, la imagen de comandos escoltando a activistas y parlamentarios extranjeros hacia deportación es, como mínimo, un ruido que erosiona la narrativa de paz. No se trata de un episodio “entre ONG y una marina”. A bordo viajaban legisladores, juristas, periodistas y figuras públicas.

Gobiernos europeos y de otros continentes pidieron garantías para sus ciudadanos; algunos anunciaron protestas diplomáticas y medidas de presión. Cada persona detenida es también un pasaporte, una embajada, una cámara. Es ahí donde la operación militar se vuelve política exterior en tiempo real. El argumento jurídico es conocido: Israel invoca la figura del bloqueo naval en contexto de conflicto, que en abstracto el derecho del mar contempla, y con ello reclama el derecho a interdictar barcos en alta mar.

El problema no es solo el “si puede”, sino el “cómo” y el “para qué”. Distancia de interdicción, uso de la fuerza, trato a civiles, interferencia de comunicaciones y opacidad sobre la cadena de custodia de la ayuda humanitaria son variables que deciden la legitimidad de la operación ante el resto del mundo. Y hoy, esas variables juegan en contra. ¿Hay antecedentes? Mavi Marmara, ¿qué fue y por qué importa hoy? Era un barco turco que en 2010 encabezó una flotilla internacional para romper el bloqueo de Gaza. Fue interceptado por fuerzas israelíes en el Mediterráneo y el abordaje terminó con diez activistas muertos y decenas de heridos.

Aquel episodio quebró durante años la relación Israel– Türkiye y abrió dos debates que siguen vigentes: la proporcionalidad del uso de la fuerza al detener barcos civiles en alta mar y la legalidad práctica de un bloqueo que afecta de forma directa a la población. La comparación con 2010 es inevitable, pero lo de ahora es más amplio y más internacional: más barcos, más nacionalidades, más cámaras transmitiendo en tiempo real. Lo de ahora es, en varios sentidos, más amplio y más internacional:

  •  Escala y diversidad: más de cuarenta embarcaciones, centenares de personas, presencia transversal de países y cargos públicos.  
  • Visibilidad sin intermediarios: videos en vivo y mensajes de “estamos siendo secuestrados” circulan antes que cualquier comunicado oficial. La batalla por el relato no es al día siguiente; es minuto a minuto. 
  • Entorno diplomático: mientras se habla de alto el fuego, varios gobiernos que acaban de mover ficha en el tema palestino deben responder a su opinión pública por el destino de sus nacionales en el Mediterráneo.

Hay, además, un dato político que conviene no perder: el monopolio del canal humanitario. Israel promete que la ayuda llegará “por rutas correctas”, esto es, bajo su control. Pero una ruta humanitaria creíble no es solo logística; es confianza. Requiere monitoreo independiente, trazabilidad de lo que entra y garantías de que no se usa la ayuda como palanca. Si el mensaje es que toda ayuda visible será frenada en alta mar y solo la invisible será tolerada, la conclusión internacional es sencilla: el bloqueo manda y la paz es un pie de página.

Quienes ven la flotilla como provocación tienen razón en un punto: sí, busca tensar el régimen de bloqueo y producir una escena. Pero también es cierto que, sin ese desafío, la discusión pública sobre acceso humanitario se diluye entre cifras abstractas. El mar como escenario incomoda precisamente porque vuelve medible lo que suele permanecer opaco: cuántos barcos pasan, cuántas personas son detenidas, cuántas cajas llegan, cuántas se quedan a bordo. Esa contabilidad, por fin, le pone números a la palabra cerco.

Lo que queda del día puede resumirse en tres afirmaciones difíciles de ignorar:

  1. Veto marítimo efectivo: la interdicción a gran distancia demuestra capacidad para controlar el perímetro y redirigir cualquier intento civil de acceso.
  2. Crisis de legitimidad: en medio de un discurso de desescalada, los videos de “secuestro” y los testimonios de abordaje minan la confianza necesaria para un acuerdo.
  3. Internacionalización del costo: a diferencia de 2010, el impacto diplomático es más amplio y veloz; varios gobiernos ya asumieron postura y no podrán regresar fácilmente al silencio.

Si de verdad se quiere pasar de la seguridad como cerco a la seguridad como confianza, las condiciones son claras y medibles: reglas públicas para interdicciones en alta mar, observación independiente de la ayuda desde el puerto de salida hasta su entrega, y rendición de cuentas cuando la fuerza se usa por encima de lo necesario. Nada de eso es incompatible con la seguridad; al contrario, es lo único que puede sostenerla sin destruir la credibilidad. Porque la paz no se negocia solo en una sala con traductores: se construye o se deshace en un abordaje a setenta millas de la costa. Y hoy, más que nunca, el Mediterráneo habló primero…


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Talya Iscan
  • Talya Iscan
  • Especialista de Política y Seguridad Internacional, Académica de la Universidad Autónomo de México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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