Aquí en Hong Kong, hogar de su creador, Kasing Lung, los Labubus están en todas partes: tiendas, vitrinas… hasta en los helados. Sí, estoy hablando de nuevo de esas horribles cruzas entre monkikis y trolls, que son la sensación cuando vienen colgados en bolsas de ultralujo. Las tiendas de Pop Mart (compañía que comercializó estas fieras) tienen filas antes de abrir en los centros comerciales, y las maquinitas de premios están a reventar de versiones pirata.
Así que no me sorprendió saber que Sony Pictures anunció las primeras etapas de producción de una cinta de los Labubus. Y aunque no lo crean, estos seres sí tienen un poquito de mitología —inspirada en la nórdica y en el folclor oscuro que creó Lung para The Monsters— que podría darles una historia que contar. Vaya, no tienen el historial literario de Los Pitufos (Bruselas), pero tampoco se lo tendrían que sacar absolutamente de la manga, como ocurrió con Angry Birds.
Sony tiene que apostar por Asia y no doblarse como lo hizo con su creación de K-Pop Demon Hunters, que acabó prácticamente regalada a Netflix considerando el enorme valor que tiene ahora esa propiedad intelectual. Los Labubus, por su parte, son pieza central del mercado asiático de blind boxes —esas cajitas sorpresa que no sabes qué traen— un mercado que podría superar los 8 mil millones de dólares en la próxima década.
Así que invertir unos 25 millones en una película para intentar convertirlos en una franquicia enorme en el futuro, suena como una decisión bastante razonable. ¿Cinematográfica? No lo creo. ¿De negocios? Sin duda.
Y lo cierto es que en temas de propiedad intelectual la vida ya nos ha dado grandes sorpresas: Transformers y Barbie ahí están para recordárnoslo. Además, como los mismos demonios estos que pronto tendrán su cinta, nunca sabes qué te puede salir cuando abras ese paquete.