Como policía de la Federación, asignado a la protección de ciclos productivos, en noviembre del 2015 participé en un operativo orientado a disminuir el robo al tren, en Celaya, Guanajuato. Quienes integrábamos el turno nocturno, de distintas divisiones de la Institución, iniciábamos nuestra jornada a las once de la noche con un pase de lista y una revisión de las tareas del turno. Esa noche iríamos a las colonias donde se registraba el mayor número de robos al ferrocarril.
Alrededor de la una de la una de la mañana transitábamos sobre el tramo de la carretera Celaya- Salamanca, cuando detectamos a un grupo de personas que sacaban productos y materiales de los vagones detenidos en la vía. Bajamos de nuestras patrullas para detener los ladrones, quienes como era de esperarse, emprendieron la huida. Algunos compañeros comenzaron la persecución pie tierra. En mi caso, fui a revisar las afectaciones de la mercancía en los vagones varados.
Yo, como integrante de la división de Gendarmería, hacía equipo con un compañero de la División de Seguridad Regional, mejor conocidos como los policías de Camino. Se trataba de la División más joven y la más antigua en los 90 años de nuestra institución. De forma estratégica, mi compañero mantuvo la vigilancia del otro lado de las vías mientras que yo mantenía la comunicación vía radio con el resto de los compañeros, quienes informaron que la persecución de los escurridizos delincuentes había terminado. En una noche tan oscura, era riesgoso continuar.
A punto de partir, nos dimos cuenta de que había un objeto entre las ruedas de uno de los vagones, puesto a propósito por los delincuentes para obstaculizar el paso. Para evitar un accidente, mi compañero decidió sacar a mano limpia el objeto, cuando de pronto el tren se puso en marcha. Entre la oscuridad y el ruido de la máquina, alcancé a ver a mi compañero intentar salir de entre las vías, con gritos desesperados: su pierna derecha había sido presionada por una de las ruedas.
Acudí de inmediato para sacarlo de las entrañas del ferrocarril. Rodamos hacia una zanja para resguardarnos del movimiento del tren. Él cayó sobre mí, colapsado y sin saber qué había pasado con su pierna, porque no podía sentirla, vi la gravedad de sus lesiones y un importante sangrado. Hice un torniquete con mi playera para detener la hemorragia.
Esperando los servicios médicos, seguí abrazando a mi compañero, mientras sentía cómo sus manos se enfriaban y el sangrado no paraba. Lo sacaron primero a él y cuando intenté incorporarme, no pude. Pensé que estaba entumido por la posición o por el frío, pero al llegar al hospital me informaron que también tenía una severa lesión en un tobillo.
Relato basado en la colaboración del Policía Tercero Aguilar, ex integrante de la División de Gendarmería.