Política

10 de septiembre

Encender la radio o la televisión, o desplazarse en redes sociales hoy es asomarse a un mosaico de noticias que sacuden.

Un exgobernador de Tamaulipas denunciado, con pocas posibilidades de regresar a México -en lo inmediato- sin enfrentar la justicia. Funcionarios actuales y allegados bajo sospecha de que ya no pueden poner un pie en Estados Unidos. Un exsecretario de Educación condenado a casi 20 años de prisión.

La estela del huachicol teñida de muerte: un sello más de la corrupción. Y para colmo de tristezas, una pipa explotó en la alcaldía que alberga a más de un millón 800 mil habitantes; muertos, decenas de heridos, caos y miedo en las calles.

Al norte del continente, un joven influencer fue asesinado en pleno escenario, mientras ofrecía una conferencia. El eco del disparo no solo apagó una vida, sino que simboliza la fragilidad del diálogo y el debate en estos tiempos violentos.

Entre un lamentable accidente y decisiones dolosas, entre la tragedia fortuita y la tragedia provocada, cuesta trabajo encontrar las palabras ¿Cómo explicar lo que vemos?

El problema no son solo los hechos aislados. Es la acumulación. La costumbre. La resignación. Nos hemos habituado a despertar con noticias que deberían estremecer y, sin embargo, corremos el riesgo de aceptarlas como parte del paisaje. Ese es quizá el mayor peligro: perder la capacidad de indignarnos.

En los hospitales públicos, las familias viven la angustia de la escasez: pacientes que esperan un medicamento que no llega. Madres y padres en busca de soluciones; personal de salud que hace milagros con lo poco que tienen. La crisis de la salud se mide en vidas y en horas de angustia.

Son heridas abiertas de una sociedad y de un tiempo que nos exige explicaciones, pero sobre todo, respuestas.

Porque no podemos seguir así. No podemos permitir que la vida pierda valor, que la justicia se negocie o que la política se reduzca al espectáculo.

Si algo nos enseña este día es que la condición de nuestro tiempo no se derrumba de golpe; se va desmoronando, lentamente, en la indiferencia.

Lo que está en juego no es solo nuestro presente, sino el futuro que merecen las próximas generaciones. Creo en un país donde la justicia sea norma, la vida se valore más y la esperanza sea más fuerte que la violencia.

Un día difícil, recordatorio que no podemos rendirnos.


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Saúl Barrientos
  • Saúl Barrientos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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