De las mujeres científicas, la historia que me encanta es la de Marie Curie. Auténtica influencer, Marie Curie realizó su investigación en las ciencias que le apasionaban: la física y la química. Se doctoró en Paris y, junto con su marido, descubre dos elementos radiactivos, el polonio y el radio. Eso la catapulta en la comunidad científica de la época y le lleva a convertirse en la primera mujer en recibir un premio nobel y la única persona en obtenerlo dos veces en diferentes disciplinas. De los 776 estudiantes de la Facultad de Ciencias que había en la Universidad de Paris en 1895, únicamente 27 eran mujeres. Eran los años en los que no era fácil para la mujer estar en las universidades y tener sus derechos reconocidos.
Hoy hemos avanzado como sociedad y el acceso a las universidades es pleno para nosotras; sin embargo, la brecha de género persiste en los centros de investigación en todo el mundo -en promedio- en donde menos del 30% son mujeres. Un porcentaje que, además, está peor pagado por sus investigaciones.
De acuerdo con datos de la Unesco para 2023, el 45% de los investigadores en América Latina son mujeres, pero se reduce de manera grave cuando hablamos de mujeres en la ciencia, es decir, en áreas de ciencia (física, química, matemáticas), ingenierías y tecnología. Si nos introducimos en el más que novedoso ámbito de la Inteligencia Aplicada (IA), los estudios en el mundo revelan que solo el 22% de los profesionales que trabajan en IA son mujeres. Y de ahí va a peor: 12 de cada 100 de los investigadores que se dedican al aprendizaje automatizado son mujeres.
Para disminuir la brecha de género en ciencia y tecnología deben de existir políticas públicas que exijan a todos los sectores, privados y públicos, la incorporación de mujeres en la toma de decisiones, en los centros de investigación, en las empresas, en la generación de conocimiento y en todos, absolutamente todos los ámbitos del acontecer humano.
Entonces habrá más Marie Curie, habrá más de esas mujeres extraordinarias que desafiaron las condiciones de su época para abrirnos camino, para luchar por lo que ahora tenemos. Cuando la dos veces Premio Nobel ingresó a la Universidad de Paris, dijo: “Era como si se me abriera un mundo nuevo, el mundo de la ciencia, que por fin se me permitía conocer con toda libertad”.
Cada que una mujer hace ciencia, miles y miles de estudiantes mirarán cada vez más lejos -como Newton- y lo harán con perspectiva de género