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¿Confiarías más en la IA que en tu médico?

  • Terco Digital
  • ¿Confiarías más en la IA que en tu médico?
  • Salvador Peynado

Esta semana me pasó algo que merece contarse. Por un viaje de negocios terminé en un lugar apartado de la civilización, rodeado de naturaleza y aire puro… pero con temperaturas extremas. Afuera, 37 grados con sensación térmica de 43.

Adentro, un clima artificialmente frío, casi de congelador. Esa combinación fue letal para mi garganta. Primero ardor, luego picazón y, después, una tos que no me dejaba dormir, de esas que parecen ladridos desde el pecho.

En medio de la nada, lo primero que pensé fue en automedicarme. No lo hagan. La siguiente opción era manejar 30 minutos hacia la civilización más cercana (según Google Maps), buscando una farmacia o, con suerte, un médico disponible. Era de noche. Y yo, muy desesperado.

Mientras manejaba, con la tos haciéndome compañía, imaginaba el peor escenario: ¿y si ya cerraron?, ¿y si las referencias en Google no están actualizadas? (Mantengan actualizados sus negocios, horarios y servicios en Google Business, ¡por favor!). En ese momento se me ocurrió preguntarle a la IA qué podía hacer para mejorar.

Describí mis síntomas. En segundos me dio cuatro recomendaciones caseras y accesibles, siempre aclarando: “consulte a su médico si las molestias persisten”. Para mi sorpresa, varios de los ingredientes ya los tenía conmigo. Pero mi mente insistía en ver a un médico real.

Tuve suerte: lo encontré. Había fila, como si me lo hubieran entretenido para alcanzarlo. Después de 45 minutos de espera, me revisó. Diagnóstico claro: “No necesitas antibióticos. Tus pulmones están bien. Lo que tienes es una garganta irritada por una pequeña úlcera que está provocando la tos constante.”

Me recetó lo básico: humectar la garganta constantemente, hacer gárgaras por tres días, descansar (nunca entendí cómo podía hacer eso). Parecía lo mismo que ChatGPT me había sugerido. Lo único distinto fue que el médico sí me dio el nombre de un jarabe para la tos, pero encontrarlo fue otro reto.

Por la hora y las distancias, terminé haciendo como primer paso las gárgaras con un enjuague que traía desde el inicio de esta historia. Cuando por fin conseguí el jarabe, la tos ya casi había desaparecido. Quizá ayudó, pero ya no era el protagonista.

La anécdota es que, al salir del consultorio, no aguanté la curiosidad. El doctor, aunque brillante, no parecía muy tecnológico, así que pregunté, solo para tener un parámetro de ese perfil: ¿Usted usa ChatGPT o alguna IA? ¿Qué creen que me contestó?

Todo esto viene a cuento por los sorprendentes avances que estamos viendo en salud con inteligencia artificial. Hace unas semanas, Google DeepMind presentó MedGemma, un modelo capaz de analizar imágenes médicas y diagnosticar enfermedades con una precisión comparable a los mejores oftalmólogos. Incluso detecta padecimientos raros que suelen pasar años sin diagnóstico.

Y ahí está el punto: la IA no reemplaza al especialista, pero sí puede apoyar en casos extremos o superficiales como el mío. No curó mi garganta, pero sí resolvió mi urgencia. Me dio respuestas cuando más las necesitaba.

La IA ya no es una promesa del futuro. Es herramienta del presente. La pregunta no es si confiar en ella o no. Es cuándo vamos a empezar a usarla con criterio y confianza.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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