Las generaciones futuras se plantearán interrogantes sobre nosotros y, entre otras cosas, se preguntarán, muy seguramente, cómo habremos sobrellevado la barbarie de estos tiempos. Así como resulta muy difícil de imaginar que los artistas, los pensadores y las personas sensibles de otras épocas afrontaran, sin atormentarse demasiado, el cotidiano salvajismo de las sociedades en las que les tocó vivir, de la misma manera podemos conjeturar que a nuestros descendientes les resultará bastante dificultoso insertar la realidad de los asesinatos, los cadáveres descuartizados, los secuestros y la violencia en el escenario de nuestra actualidad.
Las épocas pasadas fueron descomunalmente terroríficas, con perdón. Y no se trata únicamente de que te sacaran muelas sin anestesia, de que no hubiera antibióticos para combatir las infecciones, de que los niños murieran como moscas en las familias o de que la inmensa mayoría de los pobladores de este planeta viviera en unas condiciones descomunalmente miserables sino de vislumbrar los escalofriantes procederes de la justicia –si las cárceles nos parecen inhumanas ahora no sé qué podríamos decir de las pestilentes mazmorras en las que se hacinaban los prisioneros de antes, por no hablar de los castigos corporales, de las torturas de la Inquisición, de los infelices que sacrificaban los romanos en el circo y de los seres humanos que eran descuartizados en las plazas públicas— y de horrorizarnos, a la vez, al constatar que la crueldad era una práctica normal y aceptada en los siglos pasados.
¿Escribir hermosos poemas mientras pasaba una carreta llevando a los condenados a la hoguera? ¿Componer preludios y fugas luego de haber presenciado un ahorcamiento? ¿Adentrarte en las honduras de la filosofía y desentrañar los enigmas de la existencia cuando a la vuelta de la esquina trataban a latigazos a los esclavos? ¿Aspirar a ser un individuo soberano bajo la tutela de un rey tiránico, con todos los poderes y todas las potestades elegido, encima, por voluntad divina?
El proceso civilizatorio nos ha traído muchos avances. Pero, justamente, no podemos siquiera pretender que somos civilizados si decenas de personas son salvajemente ejecutadas, cada día, en todos los rincones de este país. ¿Hasta cuándo?
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