La austeridad es de los principios que más enarbola el régimen de doña 4T. Curiosamente, uno de los pilares del credo neoliberal es también esa misma frugalidad, pregonada machaconamente por sus prosélitos en lo que toca al tamaño de papá Estado: debe ser reducido al mínimo, miren ustedes, para que las fuerzas del mercado operen a sus anchas y, sobre todo, para que los recursos generados en los sectores productivos de la economía no terminen por llenar las arcas de erario: fuera impuestos, fuera organismos, fuera entes públicos, fuera programas sociales, fuera todo aquello que pueda mermar la generación de riqueza.
En lo de los impuestos, nuestros gestores de la cosa pública no están nada, pero nada convencidos de que deban reducirse ni mucho menos. Al contrario, se van a ver obligados a asestarles a los contribuyentes un ramalazo de nuevas tasas para responder al mandato de otro santón neoliberal, de nombre Milton Friedman, quien preconizaba traspasar directamente los socorros pecuniarios a los grupos más empobrecidos de la sociedad en lugar de hacerlo a través de alguna ineficiente corporación estatal.
Pero, en lo referente a lo demás —o sea, el tema de arremeter contra la estructura pública para disminuirla al mínimo— ahí estos gobernantes se hermanan declarada y decisivamente con los depredadores neoliberales: han acabado con la práctica totalidad de los organismos constitucionales autónomos, han recortado los presupuestos de salud, seguridad, educación, cultura e infraestructura, entre otros renglones, y lo llevan todo, pues sí, de la manera más severa en oposición a lo dispendiosos que eran los otros, los del denostado PRIAN, que gastaban el dinero ajeno en lo de siempre (sí, los gobiernos del mundo entero se embolsan la plata de los demás exigiendo, encima, que la gente esté muy agradecida cuando le devuelven una partecita).
Lo interesante es que la tal austeridad no ha tenido un impacto positivo en las finanzas públicas, ni mucho menos, y que ese administrador tan supuestamente ahorrativo dilapida colosales cantidades en proyectos deficitarios, en regentar aerolíneas que pierden dinero y en subsidiar a las más inoperantes empresas paraestatales.
Pero, bueno, fuera de eso, vamos a seguir disfrutando la receta neoliberal por cortesía de los morenistas.