A las orillas de Tlajomulco de Zúñiga, en el sur de la Zona Metropolitana de Guadalajara, se levanta un complejo habitacional conocido más por el abandono que por la promesa de vivienda que alguna vez representó. Lomas del Mirador, particularmente su etapa 15, se ha ganado entre vecinos y visitantes el nombre de Chernóbil mexicano, un lugar detenido en el tiempo, marcado por casas vacías, muros grafiteados, vidrios rotos y pasillos que en las noches se llenan de silencio, miedo o disparos.
Lo que sería un desarrollo de miles de viviendas terminó convertido en un paisaje desolador, vandalizado y abandonado. Este proyecto, impulsado por la constructora Homex, quedó inconcluso tras la quiebra de esta empresa, dejando una comunidad fragmentada y un espacio convertido en foco de inseguridad. Hoy busca ser rescatado como parte del plan federal de recuperación de vivienda, pero la tarea no es sencilla.
En medio de ese panorama vive Fabiola con su familia. Llegó a la etapa 2 hace 16 años con la ilusión de tener un hogar propio gracias a un crédito de Infonavit. “Cuando a mí me la entregan, pues fue un fraccionamiento muy bonito, teníamos agua, teníamos luz, había muchos vecinos”.
Los primeros meses fueron tranquilos: calles limpias, vecinos amables, niños jugando en la banqueta. Pero la calma no duró. Con el tiempo, la delincuencia comenzó a desmantelar el fraccionamiento y la gente empezó a irse.
“Se fueron yendo por la delincuencia, porque se iban a trabajar y se metían a sus casas y, pues, desgraciadamente los dejaban sin nada. Poco a poco se fueron robando los calentadores, se fue deshabitando aquí en el fraccionamiento”, cuenta Fabiola.
La sensación de inseguridad creció tanto que Fabiola tuvo que abandonar su casa. “En el 2012, 2013, yo me tuve que ir de aquí por lo mismo. Regreso, pero ya eran más paracaidistas que dueños”, cuenta para MILENIO. Lo que antes era un fraccionamiento con propietarios se transformó en un asentamiento tomado por familias sin escrituras, indigentes y grupos que aprovecharon el abandono para instalarse.
Promesa incumplida: servicios nunca llegaron
El fraccionamiento, que alguna vez fue vendido como parte de un desarrollo urbano integral, se quedó sin servicios, sin escuelas prometidas, sin áreas comerciales y sin vigilancia.
“A mí me prometieron muchas cosas, que iban a hacer más escuelas, que iba a haber más servicios, como más Bodega Aurrerá, servicios cómodos para uno, pero no, nunca hubo nada”, comparte.
El abandono se volvió un círculo vicioso: menos vecinos significaron más inseguridad y más abandono. Hoy, caminar por las calles de la etapa 15 es entrar a un escenario con departamentos sin puertas ni ventanas, escombros en lo que fueron salas y cocinas, y paredes cubiertas con mensajes que confirman la ausencia de autoridad.
Por eso no sorprende que algunos lo llamen Chernóbil mexicano, un espacio inhabitable donde “avientan muertos, hay muchas fosas clandestinas en todo este lado”, denuncia Fabiola. “Nunca entraba la policía, nunca había seguridad, se agarraban a balazos siempre y donde quiera”.
La vida cotidiana en Lomas del Mirador se convirtió en una batalla diaria contra la precariedad. Para tener agua, Fabiola improvisó un sistema.
“Yo tuve la necesidad de adquirir una bomba para que me jalara agua para yo abastecerme de agua potable. Tuve que comprar un tinaco e instalarlo arriba del edificio, cuando no están adaptados para tinaco… porque nos quedamos sin este servicio”, lamenta.
Pero si la falta de agua es un problema, la movilidad es un tormento. El transporte público es insuficiente y lento. “Uno ya no puede ir al Centro, a otras plazas, porque los camiones no te imaginas cómo van de llenos; la ruta 187 es el único camión que pasa seguido y aún así es demasiada, pero demasiada gente”, narra.
Para llegar a Adolf Horn hacen hasta una hora y media cuando hay mucho tráfico: “De verdad andas haciendo como dos horas en camión”.

Las calles están destruidas por baches y la conexión con avenidas principales es un suplicio. El desgaste de vivir ahí se refleja incluso en la salud emocional de los vecinos, que cada día piensan en marcharse pero no encuentran dónde. “Sí me quiero ir de aquí porque la verdad hay mucha gente que también abusan, agarran muchos departamentos, son paracaidistas y se adueñan de esas casas que nunca fueron reclamadas y ya no tienen dueño”, confiesa.
Además de la etapa 15, la seis del fraccionamiento muestra el rostro más crudo del abandono. “Ahí está horrible. Ahí sí está inhabitable, la verdad”, dice. Pero aunque algunas zonas lucen como un pueblo fantasma, en otras se concentra una gran cantidad de personas que conviven entre la incertidumbre y el miedo. Ni la presencia de la Guardia Nacional ha logrado cambiar la percepción de inseguridad.
Lomas del Mirador: Símbolo de urbanismo fallido
Para el maestro Carlos Romero Sánchez, profesor de la Universidad Panamericana en Guadalajara y especialista en Arquitectura y Urbanismo, el caso de Lomas del Mirador no debe entenderse únicamente como un fracaso inmobiliario, sino como un emblema de un modelo de ciudad que privilegió la especulación sobre las necesidades humanas.
“Es fundamental entender el caso de Lomas del Mirador o, dicho de una manera más amplia, de toda la zona de Chulavista en Tlajomulco, no solo como un fracaso inmobiliario, sino como un símbolo del urbanismo fallido que ha dominado la escena en Jalisco las últimas décadas y en México, no solamente en Jalisco”.
Desde finales del siglo pasado, señala, las políticas de vivienda se enfocaron en resolver el déficit habitacional sin considerar factores básicos como ubicación, servicios y transporte público. Para el académico, la vivienda en Tlajomulco no fue un accidente, sino una consecuencia lógica de un mal modelo de desarrollo, basado en la especulación que prioriza la rentabilidad del suelo: “Suelo muy barato a sacarle, entre comillas, el máximo provecho, pero no toma en cuenta las necesidades humanas”.
El resultado fueron miles de viviendas en vertical, construidas con materiales de mala calidad, en zonas alejadas de fuentes de empleo, hospitales y escuelas. Esto condenó a las familias a largas horas de traslado a sus trabajos o centros de convivencia.
Lejos de ofrecer soluciones, estos proyectos generaron una tragedia humana y económica al llevar a cientos de familias a la periferia, aisladas, sin conectividad, sin servicios y dependientes de un automóvil que muchas veces ni siquiera tenían.

“Es muy triste, muy grave llamarle así, ‘el Chernóbil mexicano’, pero es la manifestación cruda de un modelo de urbanismo fallido”, lamenta Romero Sánchez.
Punto de abandono en plena metrópoli
El último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), realizado en 2020, revela que hay 451 mil viviendas deshabitadas en la zona metropolitana. Tlajomulco encabeza la lista con 77 mil 709, seguido de Zapopan con 53 mil 505, y Guadalajara con 44 mil 990 casas.
El fraccionamiento Lomas del Mirador se vendió como un nuevo polo de vivienda en el sur de la ciudad, con 10 mil 994 viviendas construidas, de acuerdo con información obtenida vía transparencia por MILENIO. Con el tiempo, muchas de ellas fueron abandonadas y tomadas por la delincuencia.
“El tema de la inseguridad en Tlajomulco y en general en todas esas zonas no es una causa del abandono, podríamos entenderla más bien como una consecuencia; cuando no hay vida en la calle, cuando el espacio público está descuidado, cuando no hay sentido de comunidad, es un territorio que genera desigualdad, inseguridad y por lo tanto delincuencia”, explica el académico.
En respuesta oficial, el Ayuntamiento informó que la acción urbanística se encuentra debidamente recepcionada en sus etapas 1 a la 13, lo que significa que las autoridades municipales ya asumieron la responsabilidad de dotar de servicios públicos básicos en estas secciones.
Sobre el suministro de agua, la Dirección de Agua Potable precisó que la totalidad del fraccionamiento sí cuenta con red de agua potable y alcantarillado municipal. El abastecimiento se realiza a través de la planta PP5, conectada desde el fraccionamiento Los Agaves hasta el área conocida como Cerro del Gato.
De acuerdo con el documento, esta infraestructura permite generar mayor presión hidráulica y garantizar un flujo continuo hacia los planos de almacenamiento y distribución que abastecen directamente a los habitantes de Lomas del Mirador. El servicio de agua potable se ofrece de manera diaria, con un promedio de 10 a 12 horas continuas de suministro.
El gobierno municipal subrayó que tanto el suministro como la distribución de agua potable, así como el alcantarillado, están a cargo de la Dirección de Agua Potable municipal.

¿Funcionará el plan de rescate del gobierno federal?
El gobierno federal ha planteado un plan para recuperar viviendas abandonadas en el país, y Tlajomulco aparece como uno de los municipios con mayor número de casas en desuso. Sin embargo, la pregunta es si proyectos como Lomas del Mirador son rescatables.
“Se tienen que implementar nuevas y mejores estrategias: usos mixtos donde la gente pueda caminar para ir a trabajar, dotar de empleos en el entorno, parques, plazas de convivencia, mercados y que el transporte público sea la columna vertebral de la movilidad”, plantea el especialista.
De acuerdo con Romero, rescatar este fraccionamiento implicaría no solo rehabilitar la infraestructura física —electricidad, sistemas hidrosanitarios, materiales constructivos—, sino sobre todo dotar de vida a las calles.
“Sí se puede rescatar. Hay que poner vida entre los edificios, no sólo es revestir estos departamentos, lo importante es apostar por esta actividad económica y social que mantenga calles vivas”, afirma.
El caso de Lomas del Mirador no es único en México. Existen decenas de desarrollos habitacionales que, bajo la misma lógica, quedaron abandonados. Para Romero, la lección es clara: la planeación urbana debe poner al ser humano en el centro y pensar en una estrategia multinuclear, con diversos polos de desarrollo donde se tenga acceso a servicios básicos, pero también al ocio y al entretenimiento. “Eso es lo que nos da calidad de vida”.
Finalmente, lanzó un llamado a la ciudadanía a no desvincularse de la discusión: “Aquí hubo una autoridad quizá corrupta, seguramente omisa, pero también hubo gente que no advirtió, que no propuso soluciones. El llamado es a participar y a recuperar la tradición de una buena planeación y de una buena ciudadanía involucrada”.
Entre ruinas, promesas incumplidas y servicios fallidos, Fabiola sigue viviendo en Lomas del Mirador con la esperanza de que algún día las autoridades actúen.
“A mí sí me gustaría que el gobierno hiciera más por esta colonia, por Tlajomulco, porque sí carecemos de mucho. Falta mucha seguridad”. Un paisaje que para muchos es sólo un símbolo del fracaso urbano, pero que para ella y su familia sigue siendo el lugar al que llaman hogar.
OV