Política

El pueblo bueno necesita ser reparado

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Un país no es otra cosa que la gente que lo habita. Su territorio puede estar plagado de hermosos paisajes o extenderse hasta los confines de un continente pero su esencia primigenia no es geográfica sino cultural, es decir, resulta de una construcción humana.

A muchos de nosotros nos está perturbando grandemente la avasalladora irrupción del horror en México, así sea que la violencia se haya vuelto ya parte de la maligna normalidad que vivimos todos los días.

Ahora bien, los signos anunciadores del infierno terrenal que sobrellevan ahora tantos y tantos compatriotas nuestros han estado ahí, en el paisaje nacional, desde hace un buen tiempo: mientras que en otras comarcas del globo la población aplaudía a los médicos que brindaban los cuidados que se necesitaban por la acometida del SARS-CoV-2, aquí fue insultado y agredido el personal de salud; han tenido lugar escalofriantes linchamientos en muchas comunidades, azuzados por sujetos que en momento alguno se detuvieron siquiera a pensar que los seres humanos que la muchedumbre iba a moler a palos o a quemar vivos pudieren ser perfectamente inocentes, representantes de alguna empresa o simples trabajadores originarios de un pueblo vecino; finalmente, la barbarie no acaba de ver la luz en las últimas semanas —o, digamos, en este sexenio— sino que se ha manifestado de manera escalofriante en las masacres perpetradas en San Fernando, en agosto de 2010, en Tamaulipas (72 ejecutados, 14 mujeres y 58 hombres, inmigrantes de Centroamérica, de camino a los Estados Unidos, a los que dispararon por la espalda por no pagar el rescate luego de ser secuestrados por Los Zetas) o en la monstruosa matanza ocurrida en Allende, Coahuila, en 2011, en la que 70 sicarios de la referida organización criminal asesinaron a 300 (una estimación, aunque fueron 42 las muertes confirmadas) habitantes de esa localidad.

Todo esto, ante la indiferencia de millones de ciudadanos que no se han movilizado masivamente para exigir que se detenga el espanto y que nuestra patria sea, de una buena vez, el hogar apacible que pueda habitar pacíficamente la gente de bien.

Estamos hablando de un fenómeno muy siniestro: la descomposición social de un pueblo, alimentada por décadas enteras de incuria y dejadez gubernamental. ¿Tiene compostura esta infamante tragedia? 

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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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