Los gobiernos autoritarios, por lo general, son proclives a instaurar un régimen dictatorial, para concentrar en una persona los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Así el poder del Estado encarna en un individuo: el dictador.
El dictador detenta la facultad exclusiva de tomar las decisiones políticas. Su autoridad se transmite en una sola dirección: de arriba hacia abajo.
Por el contrario, en la democracia el pueblo gobierna a través del titular del poder ejecutivo, y de los senadores y diputados federales que como representantes están obligados a hacer valer la voluntad ciudadana.
Pero puede suceder que un gobierno electo popularmente transite de la democracia al autoritarismo y de éste a la dictadura.
Un proceso así está en ciernes, en fase de elaboración, cuando el presidente se impone sobre el Congreso que se limita a legitimar las decisiones presidenciales.
Para que un gobierno electo democráticamente no se transforme en un régimen autoritario que conduzca a la dictadura, es indispensable la división real de los poderes.
Por eso, el Frente Amplio por México debería postular candidatos a senadores y diputados con verdadero arraigo en los sectores populares y en las organizaciones civiles y empresariales, para que eso garantice su independencia y que votaran en favor del bienestar general.
Es necesario, también, reponer a los senadores su lugar como representantes de sus respectivos Estados; porque es incomprensible que ellos aprueben decisiones presidenciales contrarias a los intereses de las entidades federativas.
Por último, la división de poderes es inconcebible sin un Poder Judicial fuerte e independiente, cuya actuación como tribunal constitucional garantice que los actos presidenciales y las leyes del Congreso se ajusten a la Constitución.
Lo expuesto, es la expresión del anhelo inveterado de que nuestro país sea un Estado de Derecho constitucional y democrático.
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