Política

Una postal del tiempo perdido

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No viví el tiempo dorado de la Zona Rosa. No caminé por las calles a las que dieron prestigio Fuentes, Monsiváis, Cuevas, Benítez, los pintores de Ruptura, los actores y los existencialistas (así les decían) que se colgaban grandes cadenas con signos de amor y paz en el pecho y llevaban una camisa de cuello mao.

Desde luego no vi el Mural Efímero de José Luis Cuevas en la esquina de Londres y Génova en el año de 1967. Llegué a esa época legendaria cuando todo había terminado. Bebí café malísimo en Wing’s y en Vip’s con Monsiváis cuando editábamos La Cultura en México y Carlos se convertía en una referencia del mundo cultural mexicano.

De ese tiempo no ha quedado sino el revés de esa trama: delincuencia, irregularidad, caos urbano, casa viejas en pleitos de herencia, cines que se vienen abajo de viejos, estaciones del Metro en pleno narcomenudeo. Mientras camino por la calle de Hamburgo compruebo que los últimos dueños de la viejas mansiones de la colonia Juárez las abandonaron para siempre. Su lugar lo ocupan el comercio, la piratería, los bares y restoranes, tiendas de pornografía, antros, casas de prostitución y basura, toneladas de basura a todas horas. Si algo define a estas calles, aun más que la inseguridad, es la basura.

En la calle de Florencia he recordado el Centro Marrakesh. En los años setenta y principios de los ochenta se bailaba en el Valentinos disco-romance. La vida nocturna: el reino de Barry White y las caricias de seda de María Conchita Alonso, los Hermanos Carrión en vivo, José-José en plenitud, el carrito de hotdogs a las tres de la maña y Azúcar Moreno cantando “Devórame otra vez”. Una noche estuve loco y entré a bailar en una pista con luces estroboscópicas. Fue la luz final de una zona que se perdía entre la especulación inmobiliaria, la corrupción de funcionarios públicos y el crecimiento irregular de la ciudad.

Me interno por las calles que un día ocuparon casas de sueño en una de las primeras colonias porfirianas de la ciudad, entre los chalets y los palacetes a los cuales se mudaron las eminencias porfirianas en los primeros años del siglo XX en busca del hechizo de París y la ilusión de Londres. Se llamaba Colonia Americana y se fraccionó en los terrenos de la Hacienda de la Teja.

Sí pudiera regresar al Centro Marrakesh rozaría la felicidad.


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Rafael Pérez Gay
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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