Andrés Manuel López Obrador ha vuelto al pasado histórico desde la ondulación rítmica de su hamaca en La Chingada y anuncia un libro que plagia parcialmente su título de Bernardo de Balbuena y su Grandeza mexicana publicada en 1604. Quizá sea buena la apatía generalizada que hará olvidar a la mayoría de los mexicanos dicho mamotreto y quizá sea lamentable que mis comentarios le sirvan para denostar a quienes cree adversarios (con plural mayestático), pero sabemos que él es de los que tilda de diestro a quien no suscriba su doctrina, precisamente porque él es no más que siniestro.
Mea culpa: aún sin leer el mentado libro me atrevo a su crítica por una de las afirmaciones con las que el autor adelanta su aparición. Según su dicho, los sacrificios humanos practicados en el mundo prehispánico no son más que “un invento de Hernán Cortés”. El autor (de ser el único responsable del texto) olvida o descarta los códices y relaciones emanadas de ese mismo mundo donde se asienta o representa (o justifica) la práctica de dichos sacrificios humanos y se sabe que el capitán General Fernán o Fernando Cortés jamás se refirió a sí mismo como “Hernán”.
La coyuntura del patronímico del Conquistador permite comentar que el autor de Grandeza ha de tener serios problemas emocionales con sus dos nombres de pila y apellidos, pues suscribe en la primera línea de su nueva obra que “los mejores principios éticos y la bondad que poseemos como pueblo y nación provienen de aquello que heredamos de las grandes civilizaciones del México prehispánico”. ¡Adiós Cantabria y bienvenida la inmensa cabeza olmeca sin lengua! ¿Qué pasó con las prédicas presidenciales y mañaneras donde habló de Jesús de Nazareth?
Sólo un simulador capaz de obviar miles de muertos y desaparecidos del México contemporáneo recurre a la ignorante baba de negar los sacrificios humanos del México prehispánico. ¿Por qué permite la megaeditorial que lo publica que su autor suelte lengua sin fundamento? ¿Se entregó el original como novela o así anda el pinche Planeta?
Prometo leer la mentada Grandeza aunque no sea más que minucia ante el mayúsculo desparpajo y monumental desprecio con el que se intenta borrar la sangre de siglos, así como la nómina diaria de víctimas y desaparecidos, todos como fantasmas inventados por un soberano descortés.