La idea de disfrutar una rebanada de pastel y repartir la absorción de sus calorías a lo largo de cuatro meses resulta seductora. El placer es instantáneo, mientras que las consecuencias fisiológicas se retrasan. Pero la carga calórica del pastel no se modifica. Sin registro, ni control, el prorrateo facilita comer más sin que parezca excesivo. Algo semejante ocurre con el modelo de financiamiento conocido como Buy Now, Pay Later (BNPL), que en español significa “compra ahora, paga después”. Este esquema permite adquirir productos de inmediato y pagarlos en plazos sin intereses visibles.
Aunque la idea de pagar en plazos no es nueva, lo disruptivo de BNPL está representado por dos factores principales. El primero, su expansión a cualquier tipo de consumo. Hoy puede financiarse desde un teléfono inteligente hasta unos chilaquiles en la cafetería de la esquina. Y lo segundo, su crecimiento. Hace apenas una década el volumen global de compras bajo este esquema rondaba los 2 mil millones de dólares, en 2024 superó los 340 mil millones, con empresas como Klarna, de origen sueco, y Affirm a la cabeza en el mercado norteamericano.
De acuerdo con Global Market Insights, se espera que el mercado de BNPL crezca más de 40 por ciento anual hasta 2032. La misma lógica se repite en México, donde este segmento cerró 2024 con un valor de 4.56 mil millones de dólares y podría alcanzar 15.22 mil millones en 2029. Estos números confirman que BNPL es una transformación estructural del consumo y de la manera en que se concibe el crédito.
Su lógica es simple. Un usuario entra a una tienda en línea y llena su carrito con un artículo de mil pesos. Al llegar a la pantalla de pago aparece la opción de dividir la compra en cuatro pagos de 250 pesos cada uno, sin intereses aparentes, siempre que se cumpla con las fechas. El comercio recibe, en ese momento, 970 pesos en lugar de mil porque la plataforma que ofrece el crédito —Kueski, Aplazo, Klarna o Affirm— retiene una comisión. Para los consumidores jóvenes, sobre todo Millennials y Generación Z, BNPL significa acceso inmediato, flexibilidad y la promesa de control. Para los comercios, aunque la comisión puede ser alta, el esquema resulta rentable porque convierte la indecisión en venta. A diferencia de la tarjeta de crédito, que financia deudas largas con intereses y comisiones onerosas, el BNPL opera en plazos breves, sin intereses visibles.
Sin embargo, la facilidad de uso oculta riesgos estructurales importantes. Uno de los más relevantes es el endeudamiento silencioso. Montos pequeños que, al acumularse en diversas plataformas, pueden rebasar la capacidad de pago de los hogares, en particular de los jóvenes con ingresos informales o con escasa experiencia en el manejo del crédito. A ello se suma un marco regulatorio aún incompleto. En México, por ejemplo, coexisten jugadores con licencias bancarias plenas; otros bajo la figura de SOFOM ENR; y también, empresas que operan sin supervisión estricta de la autoridad financiera. Esa heterogeneidad refleja un sector que avanza, para no variar, con mayor rapidez que la regulación.
Por otro lado, críticas al modelo apuntan a que tanto las plataformas de BNPL como los comercios se benefician de algunos sesgos de comportamiento que incentivan a un mayor gasto y reducen la deliberación de los consumidores. El primero es que la modalidad de “a plazos” reduce la fricción del pago a un “clic”, eliminando la sensación de pérdida que se tiene al pagar en efectivo. Además, cada compra activa un circuito de dopamina que exige recompensas inmediatas, mucho antes de que el producto llegue. Otro es el sesgo del presente que concentra la atención en el “comprar ahora” y desplaza el pago a un momento futuro que siempre pareciera manejable. A esto se añade la negación de un pasivo, ya que dividir en “cuatro pagos fáciles” no se percibe como tal, aunque sí lo es. Y cuando varias compras se acumulan, la sobrecarga cognitiva es evidente, pues administrar múltiples deudas pequeñas al mismo tiempo, se vuelve tan difícil que inevitablemente alguna se descuida.
El desahogo de estas cuentas por cobrar que figuran en el balance general de las empresas de BNPL se realiza en los mercados financieros. Al menos en Estados Unidos, cada compra a plazos genera un pagaré que se suma a un portafolio mayor y, al empaquetarse, se convierte en un activo negociable. Esos miles de microcréditos terminan en manos de inversionistas globales que los agrupan, los califican y los negocian entre los inversionistas. El mecanismo recuerda episodios de la historia reciente, cuando deudas aparentemente inofensivas, al multiplicarse y cambiar de manos, adquirieron un peso difícil de medir y de controlar. Sin embargo, por ahora, analistas coinciden en que, a nivel macroeconómico, el mercado de BNPL aún no tiene la escala suficiente para convertirse por sí solo en un riesgo sistémico.
El atractivo de la ingeniería y la psicología detrás del BNPL es innegable. Estos mecanismos han abierto nuevas puertas de inclusión financiera y facilitan el acceso al consumo a sectores que antes quedaban fuera. Dividir un pedazo de pastel en varias rebanadas no elimina su carga calórica, del mismo modo que fraccionar una deuda en cuotas no reduce su peso real. La evolución del modelo merece ser seguida con atención. Impulsarlo en términos de inversión y de uso puede ser positivo, pero solo si se hace con cautela, con miras a una regulación adecuada y con la plena conciencia de la obligación financiera que se genera para los consumidores que optan por utilizarlo.