El pasado tres de octubre el papa Francisco publicó la encíclica “Fratelli tutti”, sobre la fraternidad y amistad social. El documento es relativamente largo, compuesto de 287 números que en general corresponden a un párrafo cada uno, y forman ocho capítulos. Por ahora hablaremos solamente del primero, que se llama “Las sombras de un mundo cerrado”.
Menciona aquí varios sueños o ideales que en un cierto momento parecían deseables como la unificación de Europa, la integración latinoamericana y la de otras regiones. Sin embargo, observa que han resurgido nacionalismos cerrados e ideologías. La apertura a la que el mundo parecía encaminarse se centró sobre todo en lo económico, pero desinteresándose del bien común de modo que se favoreció a los más fuertes y se hizo más vulnerables a los pobres. Observaciones interesantes del pontífice son que hasta la política se volvió frágil ante el poder económico y que no se ha aprendido de la historia, porque todo se quiere resolver de modo inmediato y sin proyectos a largo plazo. Teme incluso que el deterioro de los recursos pueda ser escenario de guerras.
Francisco se lamenta de que no se ha considerado a la persona como valor primario y por ello se ha dado lo que él llama el “descarte” mundial de los pobres, de los no nacidos y de los ancianos. Estas tres categorías son muy importantes, pues tocan por una parte el problema social relativo al trabajo y a la economía, que algunos quisieran que fuera el único que mencionara, y también el relativo al respeto a la vida, lo que obviamente es un rechazo al aborto y a la eutanasia, que hoy muchos quieren presentar como “progreso”. Señala también las muertes por causas climáticas y por el coronavirus y también el despilfarro de alimentos, el desempleo y el racismo.
Pasa entonces a proponer las consecuencias que tendría, por el contrario, el respeto a la dignidad del hombre y a sus derechos, que serían el florecimiento de la creatividad, del ingenio y de iniciativas para el bien común. Por ello vuelve al aspecto negativo, haciendo ver cómo son afectados por visiones antropológicas reductivas. Con ello relaciona la exclusión de la mujer y el maltrato, la esclavitud de hombres, mujeres y niños que son tratados como objetos, es decir, como un medio y no como un fin. Habla de la aberración de aborto, del secuestro, de las mafias y de la venta de órganos. Todo por desconocer que el hombre es imagen y semejanza de Dios.
Ciertamente esto es solamente el inicio de la encíclica. Necesitamos ver lo que sigue, para no quedarnos en la parte de los problemas, sino pasar al de las luces que propone para entrar en el camino de las soluciones.