La educación comienza en la familia y es ante todo responsabilidad de los padres, a quienes el Estado debe reconocer como primeros educadores de sus hijos, respetando la libertad de que deben gozar para escoger lo que consideren más adecuado para ellos cuando llega el momento de enviarlos a la escuela. En muchas ocasiones el problema no radica en que se niegue de plano este derecho a los padres de familia, sino a que en los hechos los padres no tienen alternativas reales para poder decidir sobre este punto, sobre todo debido a motivos económicos.
Por otra parte, las escuelas de niveles básicos deben ser consideradas comunidades educativas, donde igualmente existan canales de participación para los padres de familia en aquellos temas que son cruciales para la educación y que van más allá de la mera instrucción y habilidades prácticas que se busquen desarrollar. Esto lleva a consideraciones que desbordan las perspectivas de la ciencia experimental y la técnica y toca necesariamente el ámbito filosófico y ético, para el cual es necesaria una actitud de diálogo y de respeto entre padres, maestros y alumnos. Estas cuestiones, que tienen que ver con la formación ética y cívica no son para consideración solamente de las escuelas privadas, sino también de las públicas.
Al lado de la responsabilidad de los padres se halla también la responsabilidad de los maestros, quienes, además de estar preparados en las materias que tienen que abordar y poseer las cualidades didácticas que les permitan guiar los aprendizajes de sus alumnos, deben ser ejemplo para ellos de humanidad y, por ello, de ética individual y social.
Desde este punto de vista la participación en las actividades y eventos escolares es capital para un padre de familia responsable. Interesarse por el bien común de la escuela puede comenzar por asistir a las juntas de padres, colaborar en lo posible en las actividades y aportar ideas y soluciones a situaciones que se presenten, respetando y valorando el papel de los maestros. A su vez, los maestros, que preparan clases y actividades educativas, no deben dejar de lado las preocupaciones de los padres y en diálogo con ellos encontrar siempre mejores caminos en favor de los alumnos.
Para todo esto conviene crear y promover instancias de diálogo y comunicación entre los padres, entre los maestros y, puesto que hemos tocado el tema de escuelas de alumnos menores de edad, también, como un inicio en misma cultura del diálogo y la cooperación, entre los alumnos.