Juan XXIII decía que para llevar a la práctica los principios se necesitaba comúnmente hacerlo mediante tres fases: “primera, examen completo del verdadero estado de la situación; segunda, valoración exacta de esta situación a la luz de los principios, y tercera, determinación de lo posible o de lo obligatorio para aplicar los principios de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar. Son tres fases de un mismo proceso que suelen expresarse con estos tres verbos: ver, juzgar y actuar”.
Muchas veces, cuando vemos los problemas que aquejan al mundo, a nuestro país, a nuestro estado, a nuestra comunidad o a nuestra familia, nos preguntamos qué debemos hacer y nos resulta difícil encontrar soluciones. Naturalmente, si vemos los problemas mundiales nos parecerá que somos demasiado pequeños para poder contribuir a su solución, pero quizá perdemos de vista que lo que se puede esperar de cada uno de nosotros es que actuemos en el campo donde nos encontramos con miras siempre a mejorar las condiciones de vida nuestra y del prójimo, es decir de los seres humanos próximos a nosotros.
Ver cómo van las cosas, por ejemplo, en nuestro trabajo, si hay situaciones que pueden resolverse o si se puede mejorar, especialmente en lo que toca a las relaciones interpersonales, a la justicia, a la honradez y otros aspectos parecidos, especialmente los que tocan lo propiamente humano.
Una vez que hemos detectado y analizado la situación podemos descubrir muchas cosas si vemos nuestra realidad desde los principios de la dignidad humana, la solidaridad, la subsidiaridad, el bien común, etc. ¿Cómo se viven esos principios en mi ambiente de trabajo? ¿Qué criterios éticos deben seguirse de acuerdo al bien que se busca?
Según la condición de cada uno se tienen que tomar entonces decisiones relativas al actuar. ¿Qué voy a hacer para mejorar? ¿Qué vamos a hacer, si convenzo a otros para participar en mejoras que creen un clima de paz y beneficien a todos?
Así como podemos pensar en el trabajo, podemos considerar muchos otros ámbitos, incluso podemos considerar nuestra misma familia, para que viva en paz y para que disfrute de lo necesario para desarrollarse.
Colaborar al bien común y, por lo mismo, participar socialmente, no es una misión exclusiva de los grandes líderes mundiales y nacionales. Todos podemos poner, como se dice, nuestro granito de arena para construir un mejor lugar para la humanidad, no obstante las graves dificultades que enfrentamos.
