La seria preocupación por las consecuencias de los conflictos bélicos y tensiones internacionales se agudiza con las noticias de acciones y reacciones sobre todo en ciertas regiones del planeta. El deseo de paz que se halla en el origen de la principal entidad internacional, como lo es la Organización de las Naciones Unidas, no es que sólo sea ofuscado por la persistencia de las guerras, sino que parece oscurecido y vanificado ante la real posibilidad de daños enormes para la humanidad entera.
Considerando algunos problemas económicos, Benedicto XVI hablaba, en la "Caritas in veritate", de la urgencia de reformar la ONU y también la "arquitectura económica y financiera internacional". Creo que tal reforma es exigida además por motivos de política y de paz mundial, que el pontífice también menciona. El propósito de esas reformas sería el de dar una "concreción real al concepto de familia de naciones". Ya el término "familia" refiere la cuestión a la primacía que la solidaridad y la fraternidad deberían jugar en la reforma sugerida.
Se señala en la "Caritas in veritate" que se tiene que proteger y dar voz eficaz a las naciones más pobres en las decisiones comunes. Aunque la perspectiva de esta observación era económica, desde el punto de vista político y militar es claro que no se han logrado formas para que las posturas de las grandes potencias puedan moderarse adecuadamente.
La finalidad de tal reforma sería conseguir "un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos". Eso implicaría, a su vez, "la presencia de una verdadera Autoridad política mundial", lo cual es un tema que necesita de algunas aclaraciones importantes. El papa habla de una autoridad regulada por el derecho, reconocida por todos y capaz de garantizar seguridad y justicia.
Obviamente, las condiciones actuales de la ONU enfrentan dificultades en los puntos mencionados y en las circunstancias presentes parecería que la situación pueda mejorarse. Sin embargo, la creación de la conciencia sobre la necesidad de una reforma es un primer paso del camino.
El riesgo de quedar todos condicionados por los equilibrios, o desequilibrios, de los más fuertes se muestra claramente nuestros días. Por ello hay que reafirmar que el desarrollo de los pueblos requiere actualmente el establecimiento de un orden internacional con sentido solidario, moral y social.
Pedro M. Funes Díaz
Doctor en Teología