Actualmente, estamos viviendo una época en dónde la carta principal de negociación de una de las potencias globales son los aranceles y en dónde no se están siguiendo las reglas internacionales que, de facto, y a veces hasta de jure con las ratificaciones de los tratados internacionales, eran respetadas por los actores más relevantes, y por ende, por todos los demás.
En un mundo en dónde los medios tienen el poder de informar y omitir información para poder guiar la opinión pública hasta un punto específico, en donde se empieza a normalizar la autodefensa, a pesar de circunstancias dispares como en el caso de Israel y Gaza, o en donde reina el silencio, en el caso de Rusia y Ucrania, o peor aún, en un mundo que se hace de la vista gorda ante datos que nos dicen que en varias regiones de algunos continentes hay gente que se sigue muriendo de hambre y desnutrición.
Es muy triste saber que vivimos en un mundo que señala solo lo que le conviene. Entre tantas noticias tristes a veces uno ya no sabe ni cuál escoger, desde lo local hasta lo internacional pareciera que se ha perdido el rumbo, lo importante, lo prioritario, en pocas palabras: lo esencial.
Un mundo en donde a diferencia de antes, las personas ya no le dan valor a la palabra, al buen nombre, a la ética, a los valores, a la conciencia, es triste y desesperanzador; sin embargo, no hay que perder de vista que hay personas en las nuevas generaciones que entienden la vida de otra manera y que seguramente serán aquellos que logren hacer el cambio que tanto necesitamos como humanidad.
Niños que sufren ante la pobreza que ven sus ojos, que protegen al que es molestado, que hablan cuando todos los demás callan. Una generación de pequeños entusiastas con el alma limpia que se convertirán en hombres y mujeres valientes y decentes.
Una generación de líderes que estamos anhelando llegue al poder para reivindicar todo el daño que le han hecho a la sociedad y al mundo las generaciones actuales.
En Alemania ya se permite cruzar la calle por en medio siempre y cuando no te esté viendo un niño, esto porque, aunque a veces es necesario para evitar perder tiempo o caminar innecesariamente, la sociedad está consciente que a los niños se les tiene que enseñar con el ejemplo a respetar las reglas.
La generación de la que yo hablo, sin duda, no será fruto del ejemplo; sin embargo, los que seamos conscientes de la importancia de ayudar a esa generación necesitamos impulsar y protegerlos hasta que lleguen a puerto y puedan de nueva cuenta empezar a cosechar semillas más frescas, más nuevas, más humanas. _
* Analista Política en Derecho Internacional