Hablamos de política, de religión, de economía, del trabajo y todas esas materias que nos mantienen entretenidos en el día a día, la prensa y los algoritmos se encargan de desviar nuestra atención al grado que creemos estar ad hoc si sabemos estos temas de actualidad para “comentar” con los amigos, no digo que esté mal estar informados, tampoco buscar temas de conversación a veces superfluos que sirven para despejar la mente, pero en estos días que estoy a punto de cumplir años es cuando me da más por reflexionar sobre lo que de verdad importa y todo aquello por lo que se nos olvida agradecer cada día. Primero que nada estar vivos, segundo el privilegio de la salud, tercero el honor de ser parte de una familia o un círculo que nos demuestra amor genuino, no solo en el éxito sino también en el fracaso, por los minutos que podemos dedicar a nutrirnos con la lectura o por la bendición de tener fe en algo o alguien que está por encima de nuestra propia comprensión. También por la dicha de poder encontrar un propósito todos los días, uno ya sea propio o para los demás, pero de esos que nos motivan y nos hacen levantarnos, de esos que trascienden no solo en nuestra vida sino en la de los otros.
Vivimos pensando que todo es para siempre y la realidad es que se acaba. Si hay una frase que a mí me ha marcado mi vida desde que la escuché y más tarde cuando la comprendí, esa es carpe diem, vive el momento.
Así que esta semana podría hablarles de política o temas internacionales o desempeño de los políticos encargados de administrar nuestros recursos o los últimos temas de corrupción o cualquier otro tema, pero la realidad es que al final del día nada de eso importa, las personas llegamos y nos vamos de este mundo todo el tiempo, intentemos cultivar nuestra alma con acciones de bondad que cambien nuestra vida y las de otros, intentando aprender algo nuevo cada día y lograr adquirir el don de disfrutar lo cotidiano.
Al final del día el cumpleaños debería celebrarse todos los días.