El mundo está despertando ante las acciones de Israel contra el pueblo palestino en Gaza. Desde la semana pasada decenas de flotillas con tripulantes de distintas nacionalidades partieron desde Barcelona hacia Gaza en busca de lograr ingresar vía marítima a llevar alimentos para asegurar o por lo menos elevar las probabilidades de su subsistencia física; pero no solo eso, estos barcos llevan más que alimentos y agua limpia para beber, llevan esperanza para mantenerles vivo el espíritu y que sepan que el mundo los respalda, que el mundo entero está dispuesto a protegerlos y que a pesar de hoy sentirse contra las cuerdas sigan no solo creyendo sino viendo que aún queda mucha humanidad pese a las circunstancias actuales que enfrentan.
Activistas, artistas, académicos, doctores, ciudadanos comunes decidieron subirse a esos barcos para poder llevar ese mensaje de que hoy por hoy el mundo ansía la paz y que paren de una vez el ataque hacia Gaza.
Turquía y España han dado ya ejemplo al imponer sanciones en contra de Israel y, estoy segura, seguirán otros países haciendo lo correcto, lo adecuado, lo humano.
Vivimos en una época en donde algunos gobernantes siguen pensando que el uso de la violencia los hará populares, que el mundo se sigue rigiendo por las armas o los soldados o nos amenazan con guerras nucleares cuando es bien sabido que en ese tipo de conflictos todos perderíamos, incluso el que lo empiece.
Hay que decir que los tripulantes de las embarcaciones son muy valientes pues se están arriesgando a salir lastimados, fichados, ser encarcelados e incluso a morir, pues Israel advirtió que no tendría consideraciones y que al entrar a su espacio marítimo estas embarcaciones estarían violentando las leyes y por ende podrían y serían tratados como criminales.
No fueron solo amenazas, aunque al mismo tiempo se ha ido con precaución Israel pues no atacará solo barcos, sino embarcaciones que representan países y personas que simbolizan la desaprobación del mundo ante la aberración de Israel de terminar con toda una población.
El mundo desaprueba la violencia, el mundo ya no tolerará ese tipo de agresiones. El silencio será cómplice y por eso el mundo ya empezó a gritar que paren contra los palestinos; de lo contrario, el pueblo de Israel solo se ganará el repudio colectivo por culpa de su presidente quien seguramente tendrá que enfrentar un juicio en la tierra por crímenes contra la humanidad y seguramente un diálogo con su propia conciencia, todas las noches en donde lo que verá no será a los criminales de Hamás, sino la cara de los niños e inocentes que sus bombas asesinaron.