Duelen los pies y duele el hambre.
Duele la licenciatura y la maestría mientras arrastro el carro de Bonice con el niño a cuestas.
Duele el calor, el frío, la lluvia, la mugre en la casa y en la cara.
La sopa de dinosaurios se derramó otra vez porque yo estaba demasiado cansada para fijarme bien.
Eso también duele.
Pero duele más la lluvia y los días fríos, porque seguro vuelvo a casa sin nada, a correr con doña Armandita a quien ya le debo miles, por unos huevos y un spaguetti, esperando el finiquito de ese trabajo del que no debí salirme.
Duele tanto que se me olvida dolerme de él; ése, que dijo que me lo daría todo, que mejor me quedara en casa con nuestro hijo.
Ése, que dijo que vender por catálogo era una pérdida de tiempo, para puras viejas sin marido.
Ese que desapareció frente a mis ojos mientras se iba de novio con la hija de la de la estética, justo el día que nació nuestro hijo.
Debería dolerme y solo puedo pensar que pobremuchachayo, pobremuchachaella.
Ya habrá tiempo de odiar, ahora solo me muero de frío, comprando dos huevos diarios y un litro de leche cada tres días.
Llevando al bebé a casa de mi mamá para que coma fruta al menos mientras yo no soy bien recibida por dejada, divorciada y sola.
Porque decidí no dolerme. No aguantar. No quedarme. No seguir.
Decidí equivocarme y así como lo decidí así lo dejé ir, después de haberlo hecho todo bien y ser la niña de los 10, la beca y la maestría continua.
La chamaca de menos treinta que siempre hizo lo que le dijeron y a la que le bastó equivocarse una sola vez con el lobo disfrazado de oveja para echar al traste una vida de obediencia.
Debí ser, debí ser. Obediente, sumisa, más linda tal vez.
Pero ya que le voy a hacer, el reto de hoy es agarrar valor para llegar con mamá y pedirle un plato para comer.
Ella no me lo negaría, pero me muero de vergüenza con mi uniforme de Bonice y mi título en su sala principal
¿Qué por qué no nos recibió en su casa?
Mi padre no lo permite. Asegura que la que debe ceder soy yo y hacerme la vista gorda unos meses, porque él va a volver y yo debo seguir siendo la buena esposa.
El niño extraña a su papá, dice.
Es solo un descanso.
Dice
¿De nosotros? ¿Su familia? ¿Su hijo?
No.
No volveré a equivocarme aunque tenga que pasar la vida entera en este enterizo de Bonice.