Las mujeres nos hemos visto forzadas desde siempre, o tal vez desde que Eva mordió la manzana, no sé, a vivir con la dentellada lista y las garras de fuera.
Y no me refiero sólo a que las calles del mundo que el hombre ha construido para que habitemos en él sean diferentes, sino a qué la mujer que no vive en alerta permanente será, seguramente, devorada por una de sus mil cabezas.
Nos cuidamos en nuestras cocinas, para cuidar que la despensa esté llena a tiempo con las cosas necesarias, con los nutrientes justos. Junto a la estufa, para cuidar que el sabor llegue correcto y a tiempo, no vaya a ser que se nos pase la sal y tengamos que cocinar la siguiente comida con una costilla rota.
Nos cuidamos en nuestras camas, cuidándonos de fingir bien y adecuadamente en los momentos justos, de estar siempre dispuestas, de estar perfectas, depiladas, oliendo a rosas, para evitar ser tan putas que nos acusen y señalen, tan frígidas que nos desechen. Aceptamos al monstruo entre las piernas para que no vaya y busque a nuestras hijas y a las hijas de otras que nos reemplacen.
Nos cuidamos desde que somos niñas y aprendemos a no quedarnos solas con hombres adultos, a encender alertas por el volumen alto de nuestros padres, a ser ágiles para ayudar y servir, a cruzar los tobillos, a hablar bajito.
Nos cuidamos en nuestros trabajos, para no vestir de forma poco apropiada, para no hacerse amiga del hombre equivocado, para no llamar demasiado la atención, para controlar lo que sabemos manteniendo perfil bajo. Nos cuidamos de no salir embarazadas hasta hacernos indispensables, de no exigir el permiso de lactancia, de sonreírle al acosador de la oficina a una distancia prudente para que no nos meta mano, pero tampoco nos hinque el diente.
Nos cuidamos hasta conversando con nuestros compañeros, preparándonos con una justificación fundamentada e investigada para pedir dinero extra para las terapias del hijo en común con TDAH, cuidamos el dinero que nos dan por semana para alcanzar a comprarnos un labial, cuidamos que la casa esté siempre limpia para que no nos reclame por robarle tiempo al día para vender Betterware. Nos cuidamos de no usar una falda muy corta, un escote muy pronunciado, de que no se nos note el cansancio, la edad, la menstruación, la menopausia, el postparto, la ansiedad o la depresión.
Nos cuidamos siempre. Vivimos con las garras afiladas y la dentellada lista, porque quien se relaja, quien se duerme en brazos del hombre amable, proveedor y de buen trato, deberá despertar en un charco de sangre cuando éste se canse, la cambie por otra más joven, le exija algo que no pueda darle o se le agote la pantalla de hombre siempre bueno que deja de ser necesaria cuando ya se aseguraron una nueva sirvienta.
Las mujeres son asesinadas, anuladas, orilladas a la depresión, la ansiedad, la psicosis, violadas, secuestradas y pisoteadas por hombres que decían amarlas la gran mayor parte de las veces, por eso las mujeres debemos estar en autodefensa permanente.