Nuestra relativamente corta e imperfecta vida democrática nos ha mostrado ya muchas facetas y al menos en las más recientes décadas nunca han sido iguales. Presumir el triunfo anticipadamente es una de las características más obvias y una manera de apoyarlo es a base de un instrumento creado para la investigación de mercado y que llamamos simplemente encuestas. El método se ha ido tecnificando, aunque igual ha sido objeto de manipuleos, sobre todo en el campo político, en que se les otorga un papel casi protagónico para marcar tendencias a modo. Sus fallas están a la vista, pero la mayoría cree en su infalibilidad, de manera que surgen docenas quizá cientos de empresas encuestadoras cuya metodología dista de ser la correcta.
Apenas se iniciaron las campañas y ya esto implica el manejo de las famosas encuestas. Claro, frecuentemente se cita el “margen de error” pero rara vez se observa que hay un universo de encuestados que ni toman decisión, que rechazan responder, sobre todo hoy que se usan mecanismos impersonales como los “bots” o las llamadas domiciliarias al azar y los amplios segmentos que contestan cualquier cosa, incluso con algún temor. De cualquier forma, son indicadores y en algunos casos reales y confiables siempre y cuando se generen profesionalmente y no por encargo. Así que, de entrada, decir ya gané porque las encuestas lo dicen, no siempre significan un valor real y analizando muchas de ellas entre su método, el % de rechazo, el segmento a que están dirigidas y el miedo a contestar podemos estar envueltos en una nube muy etérea.
Afirmar que Claudia Sheinbaum va a la cabeza de las encuestas parece cierto, pero no tanto las escalas de puntuación que rebasan lo verosímil. Así, su ventaja aparente se ve desmesurada, hasta de treinta o cuarenta puntos sobre su principal adversaria, Xóchitl Gálvez quien, como todos sabemos, tiende a afianzarse y aproximarse al grado de provocar enconados ataques en su contra, desde los de Palacio hasta el último morenista sobre la tierra. ¿Temor al riesgo para ellos de que las posiciones cambien en el camino? Bastante probable.
Sheinbaum arrancó campaña nada menos que en el zócalo capitalino, en un acto multitudinario, en el que muchos observaron el descomunal acarreo y, dicen, incluso pago de viáticos, transporte, alimentos y hasta gorras, playeras, banderolas, etcétera. Los grupos corporativistas (sindicatos afines, burócratas y “simpatizantes” remitidos por estados vecinos gobernados por Morena, por ejemplo), fueron la base que ovacionó a la candidata oficialista, en lo que más bien semejó al más rancio priismo de antaño.
Tan nerviosa estaba Sheinbaum que incurrió en un lamentable dislate en su discurso, al llamar efusivamente “que siga la corrupc… la transformación”. Tampoco fue difícil ver que Clara Brugada, la aspirante a la jefatura de gobierno de la ciudad de México, no es de sus afectos (reminiscencia de la forma en que se desbancó a su favorito García Harfuch) y en general, pese al enorme gasto y esfuerzo, fue un inicio hasta cierto punto desangelado y sin proyección. Comparar todo esto con la manifestación espontánea de hace unas semanas en pro de la democracia en el mismo lugar, ni pensarlo.
Desde luego que los otros dos contendientes, Xóchitl y Alvarez Máynez, no cuentan con tanto respaldo oficial y remarán contracorriente de lo que cualquiera ve será una auténtica elección de Estado. Para Sheinbaum, la carga no es tampoco sencilla y ya empieza a sentir los estragos de cargar con los lastres del actual mandatario. Limitado por la ley para hablar, López Obrador dedicará sus mañaneras de los siguientes tres meses a relatar la ¡historia de México! y a leer públicamente páginas de su reciente libro. Pobres escuchas. Sin embargo, bien sabe que su presencia, en sí, es importante para figurar e influir en estos momentos.
Empero, los negativos de AMLO pesarán también y ya se podría hablar de que también contará con su voto de castigo. Los excesos presidenciales, las promesas absurdas e incumplidas, como la de contar con un sistema de salud mejor que en Dinamarca, la inseguridad que hoy será el tema crucial para las campañas de todos, la ola de crimen y masacres, las víctimas de una pésima administración de salud mostrada en la pandemia o en la atención a niños con cáncer, los desaparecidos, los marginados de atención en los desastres naturales, la persistente corrupción que pronto será difícil de disfrazar u ocultar, el desgobierno e inconformidad en varios estados manejados por Morena y muchos temas más, que caerán como pesada losa en la espalda de Sheinbaum cada vez que abra la boca.
Naturalmente, todo ello también incidirá en elecciones locales, como en Jalisco, donde también ya arrancaron sus campañas Pablo Lemus, Laura Haro y Claudia Delgadillo, remontando algunos problemas y, como es el caso del morenismo, casi insalvables pugnas internas que aún no son resueltas. Es pronto para hacer vaticinios, pero aquí habrá un fenómeno político muy particular. Contará en alguna medida la fuerza de las candidatas y el candidato presidenciales, pero pocos dudan que ganará aquí sólo quien verdaderamente convenza más a los jaliscienses.
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